Ahora que aún recibimos en los hogares las facturas del gas natural a un valor aceptable, preocupa la noticia de Ecopetrol sobre la necesidad de importar próximamente el equivalente al déficit que registre su producción, la cual se distribuye a 36 millones de habitantes. Se asume que ello ocasionará un aumento de las tarifas, afectando el presupuesto familiar y el de transportadores, industria y comercio que operan con dicho recurso.
Por lo general, los Estados y sus dirigentes buscan asegurarle a la comunidad servicios públicos básicos, en condiciones de suficiencia permanente y a un costo razonable. El país ha avanzado en ello, sin duda con carencias y reparos, por lo cual se espera no retroceder por decisiones que deterioren la cobertura o incrementen la pobreza por su alto precio. Y se confía en que se entienda la importancia de los hidrocarburos para la transición hacia energías limpias.
Según la historia, Cali pasó de la iluminación de las noches con faroles a los bombillos en 1910, encendidos con máquinas eléctricas que llegaron por iniciativa privada ante la precaria infraestructura de la época. Posteriormente, por la visión de ciudadanos de distintas vertientes políticas, se tomó la rienda del incipiente sistema en función del interés general, y se trazaron derroteros para superar la demanda de energía de la región. Se sucedieron plantas de generación eléctrica térmica e hidráulica, entre ellas la Central Hidroeléctrica del Bajo Anchicayá desde 1955, y la Represa Salvajina en 1985, modelos que no emiten gases de efecto invernadero.
En 1992 el país afrontó un drástico racionamiento de la luz por el fenómeno de El Niño y retrasos en proyectos, a raíz de los cual se cambió el rumbo: se expidió la Ley 143 de 1.994, la cual establece el régimen para la generación, interconexión, transmisión, distribución y comercialización de electricidad, abriendo la puerta a la inversión privada, y se creó la Comisión de Regulación de la Energía y el Gas, Creg.
Explican los expertos que el gas respalda a muchas centrales térmicas para su funcionamiento, fundamentales cuando descienden los embalses de las hidroeléctricas. Advierten que el gas y el petróleo son claves en la transición hacia otras fuentes energéticas, porque estas requieren de la minería y procesamiento de diversos compuestos para lo que se necesita el petróleo.
Sin embargo, contrario a lo que la razón dicta a otros gobernantes, incluso de la izquierda, el nuestro ha frenado la suscripción de contratos de exploración y explotación convenientes para incrementar las reservas, sin medir las consecuencias, dado que la duración y condiciones que supone el proceso de cambio a otras energías renovables, no garantiza un término estimado para cubrir las necesidades de electricidad con estas últimas.
Precisamente porque el tiempo apremia ante el calentamiento global que amenaza la vida en la tierra y porque los combustibles fósiles son finitos, es necesario apreciarlos de cara al fin propuesto, y considerar la velocidad y tiempo que tomará alcanzar energías verdes que los sustituyan, en lugar de actuar a tabla rasa y privar al país de sus recursos y capacidades.
Perder la autosuficiencia en producción de petróleo o gas sin alternativa diferente a la idea de importarlos de Venezuela o depender de otro país para el suministro, deja a la Nación ante un horizonte incierto, a un costo incalculable.