1 Corintios 1,22-25. “Porque no me envió Cristo a Bautizar, sino a predicar el Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo. Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; más para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, es más fuerte que la fuerza de los hombres”. A estas palabras de san Pablo, agrego las que hemos escuchado en estos días posteriores a la Resurrección del Señor y que es el apóstol Pedro quien les responde a los políticos, a quienes ostentan el poder en la tierra: “Es necesario obedecer primero a Dios que a los hombres”(Hechos 5,29 y ss).
Ante tanta información, noticias, confusión, angustia, engaños, corrupción, deslealtad, ambición, desorden, inseguridad, desconfianza, avaricia, arrogancia, desgobierno, es muy claro que hay una ausencia de una inteligencia audaz que lidere un proyecto trascendental para la humanidad y para Colombia, para que por medio de ese proyecto se entusiasmen a unos verdaderos líderes, que no tengan necesidad de que el mundo gire alrededor de ellos, que se vacunen contra la competencia depredadora y contra las raíces del individualismo; líderes, como lo dice Augusto Jorge Cury en su libro: ‘El maestro de los maestros’, “Líderes que tuvieran más placer en servir que en ser servidos, que aprendieran a darse sin esperar a nada a cambio, que estimularan la inteligencia unos a otros y abrieran las ventanas del espíritu humano”.
El Evangelio, del que habla Pedro, y que Jesús, ese líder de un amor incondicional por el hombre, lo motivaba el hacer justicia, pero para todos, en especial para los que generalmente eran excluidos, descartados de la sociedad, y en ellos abría las ventanas de la mente y del espíritu humano, y no era como nuestros conferencistas o ideólogos, expertos en recursos humanos, él tenía una pasión indescriptible por el hombre, porque nunca desistía, ni despreciaba o excluía a alguien; él deseaba colocar a todo ser humano, porque es la criatura más deseada, más querida y creada de una manera personal, en una escuela de sabios y de líderes regida por la Ley del amor.
De nuevo: ¿A quién seguimos?, ¿dónde están los líderes? Esos líderes que han entendido que su vida es para servir a los demás, que son capaces de salir de sus comodidades, que anestesian, la conciencia y por mantener el bienestar personal, esterilizan su vida y la de los demás por su falta de compromiso. El Papa Francisco habla acerca del invierno demográfico que vivimos que es fruto de una cultura complaciente del bienestar egoísta; tomemos estos momentos críticos que nos humillan, para que nos sirva de purificación, ella no solo nace por consecuencia del pecado, sino por el descuido de un Don, que no hemos sido capaces de administrar bien, lo hemos desperdiciado.
El llamado es por la unidad, nos necesitamos mutuamente, este es el llamado, escuchémonos, todos debemos tener el sentido de responsabilidad y más en este momento, tenemos que ser compasivos, trabajar por el bien común; no olvidemos que la vida es un don y que crecemos cuando nos damos a los demás; nuestro pecado consiste en no reconocer el valor, en querer poseer y explotar, aquello que no valoramos como un don. El pecado tiene siempre una raíz de posesión, de enriquecimiento a costa del otro y de la creación; hoy el llamado es a los gobernantes, políticos, industriales, empresarios banqueros, pastores de las iglesias, trabajadores, estudiantes, a que volvamos la mirada a Jesús, y entremos en esa escuela de líderes sabios que están decididos a servir al mundo para cambiarlo, aunque no tengan recompensa inmediata.