En el tiempo vivido, nunca había sentido en las gentes tanta angustia, desconfianza y sobre todo, tanta quejadera por todo lo que acontece en el país, en nuestra Patria. Pero se habla de todo lo malo que hacen los que gobiernan, los que legislan, los que juzgan, y ante tantos hechos de corrupción, llamemos ineptitud o ignorancia para gobernar y digámoslo de la mejor manera, para responder por la confianza que en democracia, le da el ciudadano a quien elige, para que lo represente en el manejo del poder en búsqueda de ese Bien Común, para que ejerciendo la política, lo haga en favor de un Estado que busca el bienestar de todos sus ciudadanos; es ahí, en donde entra la pregunta: ¿A quién están sirviendo?
La primera respuesta que encuentro a esta pregunta me la trae el libro 1 de Samuel en su capítulo 8, 4 y siguientes: cuando los ancianos del pueblo de Israel, ante la edad ya avanzada de Samuel y viendo que sus hijos se aprovechaban de la autoridad de su padre y eran corruptos en el actuar, le pidieron que les nombrara un gobernante; molesto invocó a Yahvé, por este desprecio que el pueblo le hacía a Dios. Pero Yahvé lo calmó y le hizo entender que no era contra él el rechazo del pueblo, que era contra Dios, y le dijo, que les cumpliera la petición, pero que les advirtiera lo que era tener un gobierno de humanos y el fuero y privilegios que tenía este sistema político de manejo del Estado.
Pero a continuación, pienso en que los pueblos siempre les ha costado mucho aceptar el manejo de lo temporal por, entidades que estén fuera de su alcance y quieren usurpar el poder como un privilegio para quien lo tenga, no es sino ver las tribus con sus diversas manifestaciones de poder, la misma mitología griega con su famoso Olimpo (lugar de los dioses) y cómo el hombre intenta hacerse dueño del poder que ellos tienen y el castigo que les imponen los dioses a quien intenta suplantarlos, y de ello no escapa, el pueblo de Dios, lo vio Moisés, con el Becerro de oro, y más tarde su sucesor le tocó enfrentar al pueblo cuando Josué ante esta actitud de rebeldía y olvido de Dios, les dice: “Ahora, pues, temed a Yahvé y servidle perfectamente, con fidelidad; apartaos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres. Pero si no os parece bien servir a Yahvé, elegid hoy a quién habéis de servir, o a los dioses que sirvieron vuestros padres, o a los dioses de los amorreos. Que yo y mi familia serviremos a Yahvé” (Josué 24,14 y ss).
Hay un temor entre los hombres, de permitir a lo espiritual entrar en lo civil, en el manejo del poder que el hombre siempre ha querido poseer, que en definitiva es como el ansia de ser como dios, y desde siempre y manifiesto en el inicio de la civilización Occidental, el poder político le cerraba al naciente cristianismo las puertas de su pertenencia, así nos lo presentan los Hechos de los apóstoles, 5,29, cuando las autoridades acusan a los apóstoles de estar tratando de culpar a los políticos (el poder), de ser los culpables de la muerte de Jesús, les prohíben que hablen de él; a lo que responden: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Muchos más textos Bíblicos, en Palabras de Jesús, el maestro de maestros, hacen referencia a esta sabiduría sobre la administración de la creación por los hombres, cuando fija reglas, como No se puede servir a dos señores a la vez: “No se puede servir a Dios y al dinero”; o, Mirad y guardaos de toda codicia, porque aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes”, todo esto lleva al ser espiritual a entender lo que definió en una idea, la Madre Teresa de Calcuta: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”, la cual complementa el ideal de la Buena Noticia evangélica, para el mundo, para el hombre, para los hombres: “La Gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios” (San Ireneo).
A quién sirven los que han recibido el poder para representarnos, esa es la pregunta, y debemos responder que depende de si son seres humanos que se comprenden espirituales o no, si creen en un ser superior como criaturas al cual deben escuchar y seguir, o se creen que en sí mismos está el poder y no dependen de ninguna entidad superior a ellos; pero lo que si es cierto, es que el creer les da la esperanza a todos, de que es posible un mundo mejor si se dejan guiar por esa sabiduría que está basada en la misericordia y el amor.