Quiso desviar la atención de los problemas del país y su incapacidad de confrontarlos y superarlos, del agridulce balance de la marcha del 1 de mayo, y de las investigaciones por irregularidades en la campaña presidencial y la corrupción que corroe al Gobierno. Ese fue el objetivo del Presidente al anunciar, en la conmemoración del día del trabajo y como si se tratase de un asunto insustancial, el rompimiento de relaciones con Israel.

La guerrilla, el narcotráfico y la inseguridad están desbordadas, la economía resentida, el desempleo al alza, y la corrupción es cada día más ignominiosa. En ningún aparte del discurso estos fueron siquiera mencionados; como si no existieran, no fueran graves, no tuviesen al país en ascuas, y no afectaran al pueblo que dice representar. La prioridad de Petro pareciera ser el lejano conflicto en Oriente Medio y no los problemas del país.

La marcha no salió como el Presidente esperaba. Fue una movilización importante, por más de que resultase una mezcolanza de quienes solo querían conmemorar el 1 de mayo, los que salieron en apoyo al mandatario y los que tenían ambas motivaciones. Pero, de ahí a equipararla a la del 21 de abril, tampoco; esta fue multitudinaria, espontánea y superior incluso a la del 2008 contra las Farc. Petro lo sabe y no le interesaba hurgar esa herida.

Quería, además, distraer la atención de la investigación a su campaña y los casos de corrupción. En junio se les acaba el tiempo a los tres congresistas designados para sustentar ante la plenaria de la Cámara la investigación contra el Presidente y el Consejo Electoral avanza en sus pesquisas. En el caso de la nueva Fiscalía, es diciente el mutismo al respecto. Qué mejor bomba para intentar aplacar el sentimiento creciente a favor de un juicio político.

Fue un juego a tres bandas, con una cereza: romper con Israel le permitía también al Presidente sonar un rato en algunos círculos internacionales y eso lo embelesa. Escogió bien el momento por las protestas pro-palestina en varias universidades y los rumores de una orden de captura contra Netanyahu de parte de la Corte Penal Internacional en medio de una discusión relevante sobre su competencia y proceder. Se subió a tiempo a la ola.

¿Por qué lo hizo? ¿Será que en realidad le importa tanto el pueblo palestino, los niños y ancianos muertos en los devastadores ataques de Israel a Gaza? ¿Y el pueblo ucraniano qué, y los niños y ancianos víctimas de los misiles lanzados por Rusia contra Kiev, esos que se pudran? ¿Será, entonces, que le preocupan los asesinatos y masacres ocurridas en el país en lo corrido de este Gobierno? No. Petro utiliza los muertos como le conviene.

Es lo que ha hecho y seguirá haciendo. Si le importaran, habría condenado de inmediato el asesinato de 1139 israelitas el 7 de octubre del 2023 por cuenta del grupo terrorista Hamás y los 10.850 civiles ucranianos que han perdido la vida en los últimos dos años. Y, se habría referido y anunciado alguna medida para contener la inseguridad en el país, empezando si se quiere, por la de los maestros y líderes sociales que marcharon con él.

A la mayoría de los gobernantes y políticos les gusta el juego; el ajedrez, el póker o el tejo. El del Presidente es el billar a tres bandas. Lo reafirmó en la marcha triste -como se le empieza a conocer- en la que recargado de bilis reiteró su consabida diatriba y anunció el rompimiento con Israel. Pensó le serviría para tratar de desviar la atención. Está desesperado y es capaz de todo, pero se equivoca al subestimar a los colombianos. La mayoría ya conoce su juego y una vez se conoce el juego, el juego es otro, cambia.