Un problema de fondo por el que atraviesa el sistema político colombiano es que no ha podido institucionalizar una dinámica democrática de gobierno-oposición y alternancia en el poder. Especialmente después de la Constitución del 91, cuando se quiebra la hegemonía liberal-conservadora, florecieron distintas maquinarias políticas que buscaron llegar al poder nacional o local. Se fueron polarizando entre defensoras del ‘orden’ o del ‘cambio’. Gustavo Petro gana las elecciones presidenciales con una coalición liderada por Colombia Humana, enfrentando a Rodolfo Hernández, quien estuvo cerca de ganarle y representaba no solamente al uribismo.

Detrás de todo, estaban posiciones sobre 60 años de conflicto armado. Se llega entonces, por la vía electoral, a un gobierno ‘de izquierda’ en la expectativa de que pueda ejercer el poder, de manera institucional y democrática. No es solo su responsabilidad: lo mismo corresponde garantizarlo ‘a la derecha’ que ahora se encuentra en la oposición. A pesar de las dificultades, ha sucedido algo notable para el sistema político colombiano. Es deseable que el régimen pueda fortalecerse con las reglas de la democracia que están consignadas en la Constitución.

Más allá de sus deficiencias como gobernante, Petro ha querido defender sus políticas, en una nación profundamente dividida, invitando al apoyo del pueblo, al constituyente popular, o bien llamando a una reforma constitucional, posible pero inviable en este momento de su gobierno. Algunas de sus reformas han salido parcialmente y con dificultad en el Congreso, otras han naufragado. Es extraño, ya que no son reformas tan radicales. Pero adolecen de apoyo dentro y fuera de la coalición de gobierno, por la forma intransigente y sectaria, como se argumentan.

Petro parece no entender que la oposición no es homogénea y que no necesariamente se opone al cambio. Tímidamente y sin captar el sentido biunívoco de la palabra que lo implica también a él, argumenta que se requiere un Acuerdo Nacional sobre temas fundamentales que permitan avanzar institucionalmente en el sendero del cambio. En mi opinión, se requiere reactivar la economía y valorar el papel de los empresarios que fomentan el empleo digno. Se requiere lograr la Paz, la Seguridad y la Convivencia en los territorios, desarmando la sociedad. Se requiere mejor manejo ambiental y una transición energética progresiva, sin pensar que Colombia está en el centro mundial de la solución. Se requiere mejorar la educación y la salud de los colombianos, sin fomentar las burocracias estatales o los lucros privados.

En su conjunto, construir una mejor sociedad, más equitativa e incluyente. Esto solo se puede hacer concertando con otros sectores sociales. Al observar con detenimiento debates políticos recientes, es ostensible el valor de los acuerdos para lograr la aprobación de políticas. En síntesis, se requieren acuerdos que posibiliten cambios en la sociedad sin propiciar una constituyente.

N.B. A última hora la ley estatutaria de la Educación no pasó en el Senado. Precisamente, se debe destacar el papel de la Ministra Aurora Vergara, llamando a construir acuerdos entre los interesados, papel reconocido por congresistas de la oposición. En entrevista con Yamid Amat, la Ministra argumentó la importancia de construir los acuerdos y mostró su formación de socióloga y de investigadora, además de su talante de persona serena y tranquila. Hay que reconocer a Univalle, a la Universidad de Amherst y a Icesi, sus espacios de formación académica.