Por: monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, obispo de Cali
El Adviento es un tiempo de gracia marcado por la esperanza. Nos permite prepararnos interior y exteriormente para acoger a Jesús en el misterio de su nacimiento en el pesebre de Belén, en la Navidad. Es el tiempo en que vamos a desear la llegada del Señor Jesús, con el “ven Señor no tardes tanto”.
Pero hay que estar atentos, pues “se acerca nuestra liberación”. Para ello hay una advertencia que se nos hace: “tengan cuidado de ustedes, no sea que se emboten sus corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida” (Lc. 21).
También se ha dicho que el adviento es un tiempo donde la figura de María es esencial. Es un tiempo mariano. Por eso comenzar recordando el itinerario de la Virgen en el plan de salvación, nos anima a poner en ella la mirada.
María es la mujer de la dulce espera. Es la Inmaculada concepción, cuya solemnidad celebramos el 8 de diciembre. Es la madre de los pobres e indígenas, reconocida como la Estrella de la evangelización, bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe que celebramos el 12 diciembre. Es también la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, solemnidad que celebramos el 1 de enero. En el fondo estas dimensiones marianas son resultado de la esperanza que mueve el corazón, los sentimientos y acciones de quien fue elegida para ser la Madre del Salvador, y fue capaz, por la fe, de dar su Fiat, su SÍ generoso a la misión encomendada.
Vivir la virtud teologal de la esperanza, significa, como dice el Papa, que la esperanza nos “indica la dirección y la finalidad de la existencia humana” (SNC, n. 18). Y esta es clave para aprender a vivir en los tiempos actuales, en los que la desesperanza se difunde ampliamente. Hay muchos que han perdido las ganas de vivir, pues poco se habla de la vida eterna como meta que debemos buscar. Pero una vida eterna en la felicidad que nos regala el Resucitado, no la que ofrece el mundo.
Es urgente recuperar el sentido de la esperanza, y por eso el año santo, que tiene como lema ‘peregrinos de la esperanza’, que se inaugurará en esta navidad, tiene que alentarnos a vivir animados por un futuro que está en las manos de Dios, pero a la vez en las nuestras.
Los convoco, pues, a vivir intensamente el año santo jubilar en nuestra Iglesia particular y a acoger con entusiasmo la llamada del Papa a peregrinar, dando pasos firmes en orden a tener una nueva vida, pasos marcados por los actos de conversión, de solidaridad y oración.
Desde ya les deseo que vivan al adviento con fe, con la alegría del encuentro en las novenas, reflexionando en el sentido del año santo.
Les deseo una feliz navidad. Acojan al Hijo de Dios en sus corazones, y Él fortalecerá la esperanza en los tiempos nuevos que esperamos alcanzar.
Que la paz, cantada por lo ángeles en el portal de Belén, sea una realidad para todos ahora, y por los siglos de los siglos.