“Agua vital purifícame, fuego del amor quema mi temor” es una frase de una canción ancestral de los pueblos indígenas del norte. Durante milenios nuestros antepasados convivieron pacíficamente con el agua porque sabían lo sagrado e importante que es para la vida en este planeta. Es claro que es imposible sostener la vida sin ese líquido que corre por nuestras venas y por las venas de la tierra, sin agua no hay aire sin aire no hay vida. Los lacota del norte de México y el sur de los Estados Unidos tenían una costumbre sagrada, cualquier decisión que se fuera a tomar, tenían que proyectarla siete generaciones adelante y como eso iría a afectar a los que venían.

En mi columna anterior hablé sobre el fuego especialmente por la prolongada temporada de verano e incendios, ahora toca hablar del agua cuando se acerca la época de invierno e inundaciones.

Lo que el ‘Homo sapiens u hombre moderno’ ha hecho para apropiarse del agua y el manejo que le hemos dado, desviando ríos, contaminando los mares, secando humedales y ensuciándola, hace que cada día que pase, las cosas seguirán empeorando. Muchas grandes compañías del sector empresarial, del agrícola y el minero, no les ha importado utilizarla para hacer grandes utilidades en sumas de dinero, sabiendo que esos billetes, ni se pueden tomar ni se pueden respirar. No importa que hayan perjudicado poblaciones enteras que se han quedado sin este líquido vital. También cada uno de nosotros individualmente no ayudamos porque nuestros consumos son muchas veces innecesarios, consumos que producen muchos desperdicios que terminan en los ríos y la mar.

Sabemos que los océanos son los reguladores de la vida y que fue allí donde comenzó todo. En este momento el plástico está matando gran parte de la vida en ellos, ya existen islas enteras del tamaño de Colombia flotando por las corrientes marinas, hace unos pocos años eran cinco, ya vamos en ocho de esas gigantescas islas de basura producida por nuestra especie. (Mirar los videos en las redes)

Los polos de hielo cada día se derriten más, el volumen del agua en los océanos aumenta amenazando con llevarse parte de las orillas y destruyendo ciudades y terrenos agrícolas.

En Cali en la pasada ola invernal vimos cómo se inundaban calles enteras y sótanos de edificios. Por la deforestación de las laderas, hubo grandes derrumbes que terminan afectando a cientos no solo de humanos sino de la flora y la fauna.

Pero lo buena noticia es que cada día crece más la conciencia de muchos y que hay organizaciones y gente consciente trabajando para proteger los recursos naturales. Esperemos que no vaya a hacer muy tarde y que todavía se pueda tomar acciones concretas para corregir nuestros errores. Yo quiero creer que se puede y seguiré poniendo mi granito de arena en ese empeño.

Hago un llamado desde este espacio a los empresarios y a todas las personas que nos unamos y de verdad tomemos los correctivos para trabajar unidos en procura de dejar un mejor planeta y que esto no se quede en solo buenas intenciones o propagandas y avisos en los periódicos y las redes sociales. El tiempo es ya o es ya.