De repente, sin previo aviso, saltaron a los titulares de los medios y se convirtieron en vedetes de los ‘progres’ que celebran sus andanzas. Desde uno de los países más pobres del mundo, un territorio cuyo Estado colapsó en la primavera árabe, una banda de ‘rebeldes’ llamados Hutíes, pusieron en jaque al comercio mundial lanzando sofisticados misiles balísticos a embarcaciones que ingresan al Mar Rojo navegando hacia el canal de Suez. Adicionalmente, han disparado misiles contra Israel que por fortuna, para unos y otros, no han llegado a su blanco.
Por varias décadas, los rebeldes Hutíes, musulmanes zaidies chiitas, cuyo nombre deriva del líder de la tribu, Hussein Badreddin al-Houthi, lucharon contra el gobierno de Yemen, país tribal, mayoritariamente sunita, que por 33 años estuvo liderado por Ali Abdullah Saleh, uno de esos dictadores derrocados durante la primavera árabe.
La caída de Saleh desató una guerra civil a varios bandos y los Hutíes, armados y entrenados por Irán por su afinidad religiosa, lograron en poco tiempo ocupar la capital, Sana y otras ciudades del país dejando al gobierno oficial, entonces encabezado por Mansur Hadi, únicamente en control del puerto de Adén y sus alrededores, mientras que el oriente del país quedaba en firme control de Al Qaeda y otras milicias yihadistas.
En 2015, horrorizados de tener en su patio trasero un territorio controlado por aliados iraníes, Arabia Saudita junto con Emiratos Árabes y Qatar lanzaron una guerra contra los Hutíes, en otro escenario más de esas guerras de proxis entre Teherán y Riad que azotan la región. Esta fue una guerra de ataques aéreos indiscriminados contra los territorios ocupados por los Hutíes, que durante los siguientes años dejaron más de 200 mil civiles muertos (doscientos mil) y causaron la peor crisis humanitaria del planeta; hambruna, cólera, dengue y el covid que no había cómo tratarlo. Manifestaciones en las capitales occidentales por ese ‘genocidio’ no hubo, a nadie le importó.
Después de nueve años de guerra se negoció un precario cese al fuego. Los saudíes son los grandes derrotados, mientras que los Hutíes se consolidaron como el principal poder en Yemen, no al servicio de la sufrida población yemenita, sino del régimen chiita de Teherán. Mientras la población apenas sobrevive con ayudas humanitarias del exterior, los Hutíes se hicieron a un sofisticado arsenal provisto por Irán, del cual hacen uso en estos momentos para beneficio de los intereses geopolíticos de sus patrones. Igual situación ocurre en Líbano con Hezbollah, en Irak con las Milicias Chiitas y en Gaza con Hamás: Enormes recursos invertidos en la guerra a favor de Irán, a costa de los Estados y su población.
Tras semanas de ataques por parte de los Hutíes, en ‘solidaridad con Palestina’, a embarcaciones de diversas nacionalidades por el estrecho de Bab el Mandeb, por el que circula un 10-15% del comercio marítimo global y 30% del Petróleo, Estados Unidos, Reino Unido y otros países lanzaron su operación ‘guardián de la prosperidad’ que poco ha servido para detener a los Hutíes, que cada vez más envalentonados arrecian sus ataques, incluso contra naves de guerra occidentales. Bombardeos esporádicos a lanzadores de misiles o bases Hutíes no servirán de disuasión a una organización para la cual la vida humana es moneda de cambio, que reprime de manera brutal a la población bajo su dominio con ejecuciones públicas, latigazos, lapidaciones, crucifixiones (leyó bien) y robo de ayuda humanitaria.
Al igual que Hezbollah en Líbano, hasta tanto no se logre una tregua en Gaza, es difícil que los Hutíes reciban la orden de los Ayatolas de detener sus ataques, los cuales han desenmascarado la fragilidad de las rutas marítimas claves para el comercio mundial.