El movimiento de liberación femenina ha sido una de las transformaciones sociales más rápidas y radicales de la historia.
Convertir en seres humanos activos, participantes y prósperos a la mitad de la población mundial es algo que no ha logrado ninguna ideología, ninguna guerra o ningún otro movimiento político.
Iniciado en la segunda parte del Siglo XIX, ha tenido varias etapas de efervescencia en las que las mujeres ganan cada vez más espacio. Desde luego que no se puede celebrar que sea un fenómeno universal, ni que esté completo, pero sí ha afectado a la mayoría de las mujeres del mundo con una positividad variable.
Ningún sociólogo o historiador ha producido una teoría convincente de por qué la mayoría de las tribus del mundo fueron dominadas por machos. La hipótesis de la fuerza física no se correlaciona con la realidad en donde los poderosos no suelen ser campeones de lucha o boxeo. Y más bien la superior capacidad de las mujeres para expresar empatía y establecer redes sociales positivas han debido darles una ventaja. Lo mismo podría decirse de su esencial rol en la maternidad, el cuidado infantil y por tanto la preservación de la especie.
Son muy pocas las sociedades donde ocurre predominancia matriarcal. En humanos se han estudiado grupos en Sumatra y los Mosuo de China y no hay duda que funcionan mucho mejor. En animales están las ballenas orca, las jorobadas, los elefantes y los bonobo, primates muy cercanos. En todos los casos, el liderazgo femenino determina organizaciones sociales equilibradas, pacíficas y cooperadoras.
Pero además, no es sino repasar cómo han logrado las mujeres la posición social que ahora tienen. Ciertamente no ha sido por la generosa gracia de los hombres que las han invitado con buenos modales a participar. Ha sido con un compromiso decidido y un trabajo activo, que ha excluido casi por completo la violencia en sus 150 años de actividad.
Algo inconcebible para los machos que siempre han pretendido que los logros sociales solo se alcanzan con sangre. Se vanaglorian de la carne quemada, de los cuerpos despedazados, se condecoran según el número de muertos y la destrucción que han logrado. Tanto en la concepción y ejecución de los horrores como en las posteriores felicitaciones, estatuas, conmemoraciones, monumentos, poco han participado las mujeres. Y para todo el sufrimiento que han generado, muchos de los logros han sido pírricos o ridículos.
En cambio la transformación social lograda en forma pacífica por el movimiento femenino, ha sido una verdadera revolución.
Si de verdad se busca Paz Total, lo que deberían hacer es entregarle su manejo a las mujeres, en ambos bandos. Si se quiere de verdad reducir la corrupción a sus justas proporciones, la solución es darle el manejo de los recursos a las mujeres. Han probado sin lugar a dudas, que saben utilizar la no violencia activa y lograr resultados. La gran mayoría lo van a hacer bien, sin ese instinto depredador de los gorilas que todo lo quieren abarcar. Pero hay que aceptar que, aquí también, hay excepciones en las que la ineptitud mezclados con la ignorancia y el envanecimiento, unen a facciones opuestas, en la oración por la salud del Presidente.