Muchos se preguntan con desesperación, ¿qué hacer? ¿Vamos a tener que contemplar, tristes y pasivos, cómo se van desarmando las instituciones, cómo se dilapidan los recursos que todos le damos al Estado, cómo funcionarios ineptos o ignorantes chambonean en sus respectivos campos? ¿Tendremos que aceptar que el país se deteriore y siga el camino de Cuba, Nicaragua y Venezuela, solo porque un 15% de los aptos para votar se dejaron confundir por un discurso promesero y engañoso uniéndose a ese 10% que siempre ha creído en el paraíso estatal socialista?

Es cierto que en los regímenes presidenciales, el Ejecutivo tiene mucho poder y le queda fácil usarlo para imponer su ruinosa agenda. Pero también hay que entender que no tiene todo el poder ni tiene poder para todo. Ahí están Perú e Israel. Está el Congreso con partidos que reaccionan y pueden controlar más en la medida en que los votantes presionen a los elegidos, Están las cortes, infiltradas por agentes con línea política, pero aún así, hay muchos que tienen una estructura jurídica sólida y entienden su papel en la protección de la democracia.
Está la prensa que puede ser comprada, amenazada, y también ha sido pacientemente sembrada de cuadros políticos que poco honran la neutralidad de la profesión. Pero sigue habiendo muchos medios serios que conocen su compromiso con la verdad. Y estamos los millones de ciudadanos. Al menos 25% que no comparten la visión del régimen. Un 15% que ya están arrepentidos o lo van a estar y un 50% de apáticos, susceptibles de ser motivados.

Así como un 10% logró hacerse al poder usando hábilmente la mentira, el engaño y la desazón que genera la violencia, el 25% se puede proponer recuperarlo tratando de influir en el 65%. Por eso es indispensable entender que en la democracia el poder lo tiene la gente. La que votó por unos personajes que deben estar a su servicio. Y si eso no ocurre, hay que reaccionar con vehemencia, sin violencia. Si todos los asustados, deprimidos, desesperanzados, los que están mirando más allá de las fronteras, caen en cuenta que su plan B está aquí, creyendo en su tierra, en la gran mayoría de compatriotas que trabajan honradamente, defendiendo su empresa de los intentos confiscatorios, destapando el nepotismo, amiguismo, los abusos, apoyando a los funcionarios que entienden el valor de la libertad y pueden frenar el deterioro y reconociendo que tienen el poder de participar opinando, educando y defendiendo su trabajo, creyendo en el valor del esfuerzo personal, se le abrirá un camino a la Libertad.

Satyagraha (satiagraja) o el poder de la verdad, llevó a Gandhi a enfrentar al poderoso Imperio Británico sin invocar ni un solo disparo. Se fueron, convencidos que eso era lo mejor para ellos. Siendo muy activos en la diseminación de la verdad se logrará un mejor destino para el país y los incapaces se convencerán que los resultados de su pobre gestión les podría generar muchas dificultades en el futuro.

Los venezolanos que vinieron buscando libertad, no pueden creer que están oyendo el mismo discurso que los llevó a la ruina, aunque reconocen una sociedad más comprometida con el destino de su país y mejor estructurada para evitar el desastre.