Así llama el presidente Petro a los alcaldes racionales, cívicos y comprometidos con sus ciudades, su progreso y su desarrollo por no haber acatado la orden del día cívico hoy martes 18, como si este país no fuera el que más tiene puentes, fiestas y pretextos mil para que la gente no trabaje.
“Alcaldes de la miseria”, atrevimiento que solo puede venir de una mente delirante como la suya o de ese resentimiento que tiene incrustado en sus genes, y de esa rabia hacia todo el que no lo adule, le alcahuetee sus caprichos y le esconda bajo la alfombra todas sus suciedades.
Y Benedetti, pobre proletario, sin nadita que comer, resentido con los empresarios y mandatarios decentes que sí trabajan, además de proferir sentencias con muecas torcidas y ojos de Drácula (a lo mejor esos gestos pasarían desapercibidos en Transilvania, pero aquí son poco menos que grotescos). Sus palabras textuales fueron estas: “Los alcaldes están con la clase dirigente y empresarial, lo que quieren es golpear al presidente Petro”. Qué cinismo, qué ordinariez.
Petro lanza otra joya como perro con peste de rabia, intimidando a los maestros. “No deben ir a clase, saben que la mejor lección que se le debe dar a un niño es la dignidad, esa dignidad que no tienen los alcaldes que sirven al dinero y no a su pueblo”. Me pregunto: ¿Cómo se atreve este personaje a hablar de dignidad? ¡Qué vergüenza!
Un columnista sensato, no me acuerdo del nombre, escribió: “La sociedad debe unirse rechazando la intimidación, amenazas o presiones del gobierno contra el Congreso”, palabras serias y de fondo, porque así el Congreso esté lleno de ratas y corruptos, también tiene congresistas éticos, que se preocupan por su país y no comen callado, no aceptan coimas ni halago dudosos.
Lo que se está jugando es muy grave. Colombia está en estos momentos estremecida por un tsunami de mentiras, promesas fallidas, populismo barato, tsunami que pretende debilitar los cimientos de una de democracia tradicional, tsunami orquestado por el mismo Presidente para alimentar una ola populista, delirante de más sangre y violencia con tal de no aceptar su incompetencia, su incapacidad para gobernar, su resentimiento, sus desapariciones, sus discursos cósmicos sus desafíos torpes, sus delirios interiores, sus perturbaciones mentales.
No demora es en demandarme por injuria y calumnia. No le temo a usted, Presidente, temo de lo que puede suceder en este país mientras usted siga en el poder.
No al día cívico, no perdamos la dignidad ante las fantocherías de un culebrero. Y Benedetti que se mire en el espejo, y sobre todo, se mire el alma, si es que la tiene.