Miguel de Unamuno decía que “quien no aspire a más llegará a no ser nada”. Un mensaje que va en la dirección de hacer apuestas en grande y futuras, y sacar lo mejor de lo que tenemos. Este principio llega como anillo al dedo frente al reciente dato de seguimiento de la actividad económica ISE de la economía colombiana, que ha llevado a muchos a salir a echar voladores, y hacernos creer que el resultado es maravilloso.
Y no soy aguafiestas. Siempre será ‘mejor ganar que perder’, pero es imposible esconder que Colombia creció en el primer semestre de 2024 el 1,5%, y el año anterior fue muy pobre (0,6%), y cuando buena parte de ese crecimiento está soportado en el aumento de burocracia estatal.
Mi invitación es a que, sin olvidar los avances, hagamos un esfuerzo por identificar estrategias que nos permitan desde ahora o desde el 2026 (lo primero posible), por encima del 6%. Esa es la única opción para sortear los desafíos fiscales, de inversión social, de empleo, de pobreza e inequidad que tenemos como país.
Pasando entonces a las propuestas, y como la ‘hoja de ruta’ de reactivación del gobierno prometida en Manizales sigue retrasada, sugiero incorporar parte de las recomendaciones del Banco Mundial recientes para superar el estancamiento en el crecimiento, que incluyen ideas como motivar una inversión que permita infusión de tecnologías avanzadas (atrayendo capacidades 4,0, capacitando talentos TECH y bilingües en programas de ciclo corto, dando beneficios tributarios a la innovación, promoviendo PYMES exportadoras e insertándolas en cadenas de valor globales, promoviendo programas de desarrollo de proveedores, mejorando el mercado de capitales, disminuyendo barreras regulatorias, aprovechando la diáspora de talento y subsidiando innovación en sectores foco como la biotecnología, salud y agrotech). Eso sí, sin modificar la ‘regla fiscal’, porque como señala el Banco mundial, necesitamos estabilidad macroeconómica.
Con esa necesaria dosis de esperanza en un país resiliente, Colombia puede crecer más del 6%, si hacemos apuestas ambiciosas en la producción de hidrógeno verde (donde hoy podemos producir al 35% del costo internacional), si propiciamos desde Colombia la producción y exportación de vehículos eléctricos, si diseñamos ‘clusters’ de zonas francas de servicios con énfasis en data centers, e-commerce transfronterizo, producción de software, servicios de diseño, ingeniería y arquitectura e impresión 3D, si armamos una gran estrategia de ‘turismo en salud y bienestar’ además del de naturaleza (apostando con millonarias inversiones por ejemplo el Río Magdalena, la Amazonía y Orinoquía o las costas del Pacífico y Guajira como destinos turísticos), si hacemos de Colombia la gran despensa productiva de alimentos y agricultura orgánica de exportación, o si nos convertimos en hub de producción de medicamentos innovadores para el mundo.
¿Qué tal si en lugar de dedicarse a contrargumentar un presidente, hablando de imaginarios ‘golpes duros o blandos’, gastamos esa energía en escoger 5 movilizadores y motores de crecimiento y los caminos concretos para llegar allá? Preferible gastarse ese tiempo, hoy malgastado en rebatir tonterías, a estudiar ¿qué habría que hacer para lograrlo en seguridad, formalización, estrategia competitiva, regulación, educación, infraestructura, financiamiento, provisión de bienes públicos e institucionalidad?
Todo eso es preferible a quedarse como ahora, haciendo nada por crecer con ambición.