Se acaba el año y el pesimismo se toma el mundo. La sorpresiva invasión de Hamás a Israel y todas sus ramificaciones nos recordó que los incendios sin resolver pueden explotar en cualquier momento. Además de la muerte, el desplazamiento, el miedo y la incertidumbre sobre el desenlace, el odio y la indignación se desbordaron en mundo entero, en las calles, en las Universidades, en las redes y en las mesas familiares. El conflicto solo empeora, y cada semana acumula víctimas y nuevos actores como Hezbollah, y guerras en redes que algunos aprovechan, por la coyuntura, para agitar las oscuras banderas del antisemitismo.
Hoy, el ataque de Rusia a Ucrania hace casi dos años está más lejos que nunca de una resolución. En los últimos días, se multiplicaron los bombardeos rusos a las zonas este y sur de Ucrania, donde destrozaron diez de las veintisiete regiones, incluyendo la refinería más grande del país. La solidaridad de los aliados europeos y americanos sigue firme, pero muestra señales de fatiga y escepticismo. En Estados Unidos, los millones de ayudas para Zelenski empiezan a crear indignación entre una sociedad llena de necesidades internas.
Las preocupaciones aumentan al analizar la situación económica global, que hasta ahora ha brillado en medio de los nubarrones de la política mundial. Los expertos vaticinan un enfriamiento en Estados Unidos, tasas de interés altas en Europa, debilidad en China, desigualdad en el mundo en desarrollo, y persistente inflación.
El estado del mundo es tembloroso, sí. La ausencia de líderes es patente y preocupante y las instituciones internacionales están desbordadas y sin rumbo. Crecen la carrera por el dinero, la creciente epidemia de salud mental y la maldición de las drogas. En medio de tanto pesimismo, es fácil ignorar los avances, las iniciativas exitosas, y las noticias ilusionantes.
La Inteligencia Artificial, que asusta por su capacidad de crear monstruos reales y virtuales, y que sin duda reemplazará a sectores enteros de la fuerza laboral, también tiene la posibilidad de revolucionar la sociedad para bien. Es un acelerador para la educación, generando eficiencias que permiten proveer, evaluar y adaptar las herramientas pedagógicas a la medida de las culturas y capacidades de cada alumno. En el sector de salud, la IA tiene la capacidad de identificar enfermedades con herramientas nunca antes vistas. La capacidad de interpretar los exámenes de diagnóstico, desde mamografías hasta escanografías de cerebro, expande a pasos gigantescos la prevención de enfermedades. Los programas también pueden manejar y medir en detalle los impactos al cambio climático, anticipando desastres naturales como incendios, huracanes e inundaciones, convirtiéndose en un insumo preciso para los gobiernos y privados.
En el tema de cambio climático, por encima de la tecnología y la retórica, hay hechos. Las iniciativas globales como el Acuerdo de París da muestra de compromisos con metas. La expansión de vehículos eléctricos y de la energía solar, así como la reducción de deforestación en el Amazonas, los proyectos sostenibles entre empresarios y gobiernos y una conciencia general de protección, arrojan resultados tangibles. La tecnología, los compromisos de las empresas, la filantropía y una generación de consumidores con conciencia ecológica se convierten en una fuerza global que crece cada día.
El mundo está al revés, pero hay mil motivos para ser optimista. Cada día, un electorado activo logra cambiar el rumbo de un país, un puñado de médicos avanzan la cura del cáncer, los grupos comunitarios resuelven temas específicos para sus vecinos, se forman asociaciones de mujeres que buscan liderazgo colectivo; las empresas y la sociedad promueven la inclusión y pelean contra la discriminación, la tecnología abre puertas en educación y conectividad en lugares remotos, acerca amigos, facilita el acceso a recetas, libros, fotos, oraciones y canciones.