No le importa que mueran pacientes, ni a él ni a su jefe. Tampoco, que sean los más pobres los que ponen en riesgo su vida por falta de una cirugía inminente, la atención de un especialista o la entrega de un medicamento. No se inmuta si colapsa el sistema, si se quiebra y lleva por delante a millones de seres humanos. Lo único que le interesa es estatizar el servicio para controlarlo, y decidir sobre la vida y muerte de las personas.

No han valido alertas y advertencias de los exministros, gremios y expertos en salud, ni las aglomeración en las urgencias debido a la paquidermia a la que han forzado el sistema; la angustia de cientos de miles de seres humanos de carne y hueso a la espera de una cita médica, un tratamiento o una intervención, mientras su estado deteriora. Y mucho menos, la orden impartida por los tribunales de ponerse día con las entidades de salud.

Las cifras varían dependiendo de lo que se incluya en ellas; el faltante de años anteriores por un mal cálculo en lo que se debió girar por persona, lo requerido para ponerse al día en el 2024 y lo que se necesita en el 2025. Deudas que según conocedores del tema, superan los $11 billones, y que ya se llevaron por delante 1.200 Instituciones Prestadoras de Salud, IPS, y al cierre de 3.000 servicios médicos y 8.000 suspendidos.

Mientras tanto, el Ministro de Salud culpa de la crisis a las EPS (Entidades Prestadoras de Salud). Las asfixió y luego las intervino para controlarlas; para pagarle a estas y a las IPS según su capricho. A las que no, las desahucia poco a poco. Pero, de tal dimensión es el fracaso del modelo que nos quieren imponer que tuvieron que obligar a SURA a seguir en el sistema pues no tienen cómo recibir los 5 millones de usuarios que hoy día tiene.

Dice el funcionario que los recursos alcanzan y se han girado a tiempo. Miente. Como su Jefe, es experto en tergiversar datos y en el arte de la manipulación. Si la crisis inducida no fuese suficiente, ahora se empecina en aprobar en el Congreso su estocada final; el fin de un modelo de salud que no libre de desafíos, tomó décadas en construir y que le ha permitido a los pobres y a la clase media acceder a los mejores médicos y hospitales.

Los más afectados no son los ricos, que tienen medicina prepagada o tienen como cubrir una procedimiento privado, sino, quienes dependen de la financiación del Gobierno. Pareciera una acción deliberada para impedirle a los más pobres prosperar, pues sin salud no hay nada. Lleva a recordar a un personaje siniestro de la II Guerra Mundial que experimentaba con pacientes para desaparecer los que consideraba “razas inferiores”.

El Ángel de la Muerte, así llamaban al médico nazi Josef Mengele. En Auschwitz, decidía quién vivía y quién moría; quién debía ir directamente a las cámaras de gas, a su laboratorio para experimentación, o la ‘suerte’ de ser destinado a trabajos forzados. En esa estamos, guardadas proporciones. Cada vida es única y es deber de los médicos preservarla. Guillermo Alfonso Jaramillo es médico y hoy decide la vida de millones de colombianos.

Ese es el nivel de gravedad de lo que sucede en el sistema de salud; están jugando con la vida de las personas. Cuando alguien muere o su salud empeora por falta de recursos que ha debido y podido girar el Gobierno, el Presidente y el Ministro son responsables. No política ni disciplinariamente: penalmente. Los problemas de la salud no empezaron ayer, pero el Gobierno no ha tenido ningún interés en remediarlos. Prima la ideología y no la gente. Si fuese distinto tratarían a las personas y en especial a los más pobres, con dignidad y no como desecho.