Con las piernas entreabiertas, las rodillas al aire, los pies cruzados, los zapatos rojos, el vestido escarlata de tiritas y hombro caído, sin pudor y sin rostro allí está Ella. Su piel es color oro, el metal de las diosas y de nuestros ancestros Kansateura o Malagana, la cultura matriarcal que reinó en la región de Palmira hace más de dos mil años. Ella está sentada desparpajadamente sin importarle el qué dirán.
¿Quién es? Todos preguntan, ¿es acaso una libertina, o es Eva la pecadora, o acaso una mujer del Siglo XXI que le sobra el vestido pues no le importa despojarse de él? Su cuerpo es suyo y nadie se lo puede quitar. Su mente es grande y no refleja su vestir, el mundo está a sus pies. Es madre, compañera, profesional trabajadora y religiosa, es gobernante, artista, bailarina, es aquella que vende en la calle y que llega a cocinar todos los días para sus hijos, es también la madre cabeza de familia que se levanta temprano y se acuesta tarde.
Allí está Ella recibiendo a los visitantes que llegan al Valle del Cauca y despidiendo a los que se van. En un pedestal de 15 metros al pie de un majestuoso samán en la glorieta del Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, esta imponente escultura de María Fernanda Cuartas, la niña rebelde que un día quiso ser artista, es un regalo que nos deja la Gobernadora Dilian Francisca Toro a las mujeres del mundo pues no recuerdo una ciudad en donde en la puerta de entrada se le de este tributo a la mujer.
Así es Ella, segura de sí misma, sin complejos y alistándose para llegar a las más altas esferas como lo tienen en su mente nuestra gobernadora saliente Dilian Francisca Toro y la nueva gobernadora electa Clara Luz Roldán, dos vallecaucanas que representan el triunfo de la mujer. El triunfo del corazón sobre la violencia, sobre la injusticia, la adversidad y la discriminación. La conquista no solo del espacio que lo tuvieron que luchar sino de su lugar preponderante en la sociedad.
Ella es también una plegaria a ‘Ni una más’, no más feminicidios ni violaciones que según los psicólogos es el resultado de la devaluación de la mujer como ser inferior, despreciable e indigno, allí está ella más alta que ningún ser humano digna de admiración y de respeto.
Ella también significa una nueva era, un legado que nos deja Dilian Francisca Toro de empoderamiento, en que gobernó con la ética del cuidado y perspectiva de género acompañada de otras mujeres y algunos hombres y que nos invita a que sigamos con ella en su carrera ascendente hasta llegar a que Colombia sea un país gobernado de corazón, un país de paz y de equidad, donde quepamos todos y donde la forma de pensar de la mujer sea la regla y no la excepción.
Sigue en Twitter @Atadol