Este año no tardaré tanto en decir basta, cuando haya que decir basta. No invertiré mi energía, tiempo, recursos, generosidad o paciencia, en alimentar parásitos.
No seré el tanque de suministro, de alegría para los amargados, de optimismo para los descreídos, de fe en la humanidad para los paranoides, de ego para los narcisos, de rutas cortas para los cómodos y perezosos.
Este año no me empeñaré en ver diamantes donde hay carbones. Este año usaré la ficción solo para las novelas, no para atribuirle virtudes excelsas a quien no se quiere ni a sí mismo. Este año no silenciaré mi risa porque otro tenga jaqueca a diario y 24/7. Este año no decidiré tanto con la cabeza y la razón, honraré e integraré las pasiones y los instintos. Este año no desconecto mi cuerpo, lo pongo en el centro.
Este año tolerancia cero para los que dañan y luego dicen “era una broma”, insultan y luego dicen “entendiste mal”, violentan y luego dicen “eres muy susceptible”, aplastan y luego dicen “no tienes sentido del humor”, son perversos y luego dicen “te tomas todo muy literal”. Este año no seré de quienes maltraten la palabra.
Este año no asumiré que todo el mundo es bueno y generoso, leeré la letra menuda con lupa. Este año no desconfiaré de mi instinto, que me lo dice todo, que me lo advierte todo, pero que me enseñaron a desoír desde niña para complacer a los demás.
Este año no llego al odio, me despido a tiempo. Este año no reincido, renuevo. No me ofendo, regalo mi ausencia. No me engancho, me despido. No me quedo a ver si la película mejora, cambio de canal. No endoso mi poder, me centro en mi propia valía. No me cierro, me redirijo.
Este año no seré lavadora de imágenes ni promotora de quienes merecen su pésima fama. Este año no antagonizaré con ninguna mujer, conocida o desconocida, real o imaginaria, del pasado, del presente o del futuro, por efectos del ego frágil de un hombre.
Este año no desoigo el consejo de mis amigos, pues son sabios, justos y excepcionales. Este año no entrego presente a quien viva en su pasado. No entrego mi conexión a los desconectados. No llevo mi pabilo allí donde no arda.
Este año no sirvo de trampolín, ni de escalera eléctrica, ni de palanca, ni de lavadora, ni de pintora de fachadas, ni de represa, ni de exclusa, ni de madre sustituta, ni de psiquiatra, ni de reformatorio tardío, ni de Prozac, ni de Ozempic, ni de motor Diésel, ni de grúa, ni de remolcadora, ni de chivo expiatorio de quien no haya hecho su propia tarea.
Este año, pese a todo cuanto diga esta carta de antipropósitos, prefiero exponerme a creer, que salir ilesa por dejar de intentar.