Vivimos en un mundo globalizado con economías extremadamente especializadas. Los países desarrollados cada vez se enfocan más en fomentar industrias generadoras de valor, desarrollando nuevas tecnologías y haciendo grandes inversiones en innovación. Cuando se trata de explotación de commodities lo hacen de manera extensiva. Con altos niveles tecnológicos, que les permiten alcanzar economías de escala y de esta forma competir en mercados de márgenes pequeños.
Estas innovaciones tecnológicas hoy destruyen barreras que por décadas se han considerado infranqueables. Estas barreras que generaban ventajas en los países menos desarrollados que tenían recursos abundantes de difícil movilidad, hoy tienden a desaparecer. Un ejemplo claro de cómo la tecnología está derrumbando barreras sobre las cuales se ha sustentado el modelo económico actual, es el uso de la tierra. Siempre se ha considerado la tierra como el factor de menor movilidad, esta tesis no ha cambiado. Sin embargo, lo que sí ha ocurrido es que terrenos que hasta hace unos años no eran cultivables y eran totalmente desérticos hoy con tecnología de riego por microaspersión y desarrollos de paquetes tecnológicos, se han convertido en tierras viables expandiendo las fronteras agrícolas.
Otro factor que se consideraba tenía movilidad reducida, y el cual las naciones utilizaban de manera arbitraria para proteger sus economías, es el empleo. Hoy, se puede observar como un programador trabaja desde cualquier lugar del mundo sin ninguna necesidad de permiso laboral. Muchas consultas médicas se hacen de forma virtual para poder acceder a los mejores especialistas a nivel mundial. Tampoco sabemos desde qué parte del mundo nos están contestando en un call center. Muy pronto no sabremos desde donde nos atiende el médico. Todos esos requisitos existentes para mantener unos puestos de trabajo para unos ciudadanos de un país pronto desaparecerán. Pronto un robot dirigido por un médico en Colombia podría estar realizando una cirugía de alta complejidad en Boston.
Frente a esta realidad, ¿qué estamos haciendo como país? Claramente debemos pensar en cómo enfrentar este nuevo orden mundial. En el pasado cercano, con la apertura económica, nuestro país perdió una oportunidad gigante de haber generado valor y logrado dar un salto en el desarrollo de su economía. No supimos leer de manera eficiente el cambio que se avecinaba, y aunque fuimos más astutos que otros países de la región, los países asiáticos y otros como Turquía nos dieron una lección de cómo aprovechar el modelo y desarrollar riqueza en sus países.
Está bien aceptar que no queremos tener una economía basada en la extracción de recursos minerales, pero esta sustitución de modelo económico debe ir acompañada de incentivos y políticas públicas que permitan el desarrollo de las industrias a las cuales se les va a apostar en el futuro inmediato. Lo primero es identificar dichas industrias y realizar una reforma tributaria que impulse la inversión en esos sectores. Igualmente se deben identificar las necesidades de formación. Debemos impulsar el desarrollo de carreras profesionales y técnicas basadas en los requerimientos futuros del mercado laboral.
No podemos pretender de manera ingenua que la economía se adapte automática a los nuevos retos o al nuevo orden. Nos debemos anticipar realizando apuestas. No es tarde, pero no nos puede coger la noche.