¿Y ahora qué? Después del cierre de la COP16 esa pregunta me persiguió por varios días, como la mosca que merodea la mesa de un festín ya liquidado. Decidí llamar a ese momento mi ‘tusa verde’, porque he venido transitando por varias etapas luego de esa gran fiesta de la biodiversidad en la que, como diría Serrat, los caleños olvidamos por un momento “que cada uno es cada cual”.
En el paso de la emoción a la negación me topé con mucha gente que andaba igual de nostálgica. Y después, en el trámite de lo que los psicólogos llaman ‘negociación’, me he topado con muchos otros que han apelado al sentido racional para recuperar la compostura.
Los veo hablando juiciosamente sobre las cosas que se requieren para que la COP16 no pase a la historia como una simple fiesta que nos unió por dos semanas, sino como algo que transforme positivamente a Cali. Algo que la consolide como un ejemplo mundial de crecimiento económico, desarrollo social y protección de la naturaleza.
Hablan de mantener el esfuerzo en materia de seguridad. Y de ampliar la peatonalización del Centro. Y de traer más eventos de talla mundial. Y de seguir recuperando las vías. Y hacer que el MÍO funcione como en la COP.
Todas esas recomendaciones me parecen válidas e indispensables, pero a mi ‘tusa verde’ le seguía faltando, hasta ayer, algo más para llegar a la etapa de aceptación y pasar la página. Y lo encontré dentro de la letra de una vieja melodía que sonaba en la calle.
Se trata de una canción que escribió e hizo originalmente el percusionista brasileño Airto Moreira, y que después, en 1985, recogió el también percusionista Ray Barreto, con una letra versionada al español por el gran Tite Curet Alonso. Sus primeras líneas contienen lo que, a mi modo de ver, hace falta para que los caleños podamos seguir sintiéndonos tan orgullosos de lo que somos y lo que podemos lograr, como lo estuvimos en esas dos semanas de la COP16.
“Aquí se puede cantar, aquí se puede vivir. Aquí se puede llorar sin sufrir penas. Aquí se pueden sembrar semillas de la verdad, aquí se puede encontrar la felicidad…”
De lo que se trata es de creer que, efectivamente, “aquí se puede” apostar por cosas grandes. Y lo digo porque, antes de la COP16, los caleños nos habíamos venido resignando a la pequeñez: a las visiones de corto plazo, a los proyectos a medias, a las obritas sin terminar, a la demagogia improductiva, a creer que en esta ciudad no pasaba nada y era mejor irse.
Pero allí fue donde estuvo el gran éxito de la COP: en que a través de ella vimos, por primera vez, la ciudad que podemos ser, la ciudad que merecemos tener.
Me dirán que esto no es más que poesía y que no paso de ser un romántico. Y pues sí, eso es lo que hay. Pero estoy convencido de que es muy fácil llevar esa poesía de la mística a la ‘mástica’. Se trata de creer. Si usted también cree que aquí se puede, a partir de hoy no ensucie la ciudad, no viole las normas de tránsito, no se robe los recursos públicos, cuide a su vecino. Así de simple.
Y exíjales a nuestros dirigentes -muchos de los cuales tienen más miedo que salud-, que sigan enrutando a Cali por la senda de la grandeza, no de la pequeñez. Porque la COP16 ya nos demostró de qué somos capaces los caleños. Por donde asustaban, ya pasamos. ¡Y ahora nadie nos saca de la cabeza que aquí se puede!