El Gobierno insiste en buscar atajos para imponer a través de un proceso constituyente un nuevo modelo político, económico y social, dados los tropiezos que encuentra en las otras ramas del poder. Lo hace, además, como distractor de los problemas del país, para culpar a otros de la incompetencia de su administración, y como narrativa política para fidelizar seguidores hacia el 2026. Auscultemos tres de los atajos conocidos a la fecha.

1. El pueblo decide y el pueblo soy yo: Ingenuos, quienes pensaron que el Presidente seguiría el procedimiento legal para convocar una Constituyente; no iba a someterse a un legislativo que le hunde o trasquila iniciativas y a un control constitucional riguroso. Qué mejor que esgrimir un poder constituyente primario que “se convoca a sí mismo” para simular un “Gran Acuerdo Nacional”, constituyente, con el pueblo, no con ‘la élite’.

Inició mayo con ímpetu visitando barrios populares en Bogotá, Barranquilla, Cartagena, Pereira, Manizales y Cali, con la misma retahíla y proclamas que extasían a los medios. Así ha sido y será, alternando con viajes al exterior, desapariciones y sesiones capilares, y un día, por arte de magia, comunicará al país “lo que el constituyente primario quiere”, es decir, lo que él quiere y buscará la manera de hacerlo valer en la Corte Constitucional.

2. Acuerdo de Paz por conveniencia: Dependiendo del día, hora y estado de ánimo, el Presidente rechaza o respalda, total o parcialmente, el Acuerdo de Paz con las Farc. Lo pisotea aceptando negociar con quienes lo burlaron y hace poco dijo lo denunciará por incumplimiento del Estado (es decir, del Gobierno). Ahora sale el excanciller Leyva a decir que ese acuerdo obliga a convocar una Constituyente, con un argumento delirante.

Voces autorizadas lo descalificaron. Pero cuidado, ese no fue un comentario suelto. No sorprendería si se denuncia un incumplimiento basado en la tesis maniquea de Leyva, aduciendo que no se ha “concertado un Gran Acuerdo Nacional” como lo señala el texto para otro contexto, y varios en el Consejo de Seguridad pedaleados por Rusia y China le sigan el juego, y que monte un show mientras los juristas en el país se devana los sesos.

3. De gancho ciego a merced del ELN: Se inventaron un modelo de participación de la ‘sociedad civil’ para presentarle a la Mesa de Negociación los temas a negociar, con una perla: lo planteado tiene carácter vinculante, aunque la Mesa tenga la última palabra. Entre los temas ya priorizados a negociar con la guerrilla: la democracia representativa, la doctrina y actuación de las Fuerzas Militares, la propiedad, y la industria extractiva.

Este atajo contempla, además, que el fin último del proceso de participación (legitimado por un sector privado que se dejó embaucar) es llegar a un “Gran Acuerdo Nacional”. Es decir, 8.000 personas en 78 eventos, escogidas y reunidas quien sabe cómo, decidieron, en nombre de 50 millones de colombianos lo que es y no negociable con el ELN. No debe sorprender si incluye una Asamblea Constituyente o si dicho proceso cumple sus veces.

Si todos los caminos conducen a Roma en Colombia todos los atajos conducen a lapidar la Constitución, de ser necesario. El Gran Acuerdo Nacional, es el sofisma. El Presidente, por lunático que parezca, insistirá, a las buenas o a las malas, dentro o fuera de la ley, en introducir el socialismo. Empleará para ello hasta el último centavo y la capacidad de intimidación oficial, pues para él, la izquierda radical y su séquito corrupto, todo vale. Saben es ahora o nunca pues la lección está aprendida y el país no se vuelve a equivocar.