11 millones de desplazados entre estos 6 millones de mujeres y niñas, un número impreciso de víctimas mortales, entre 20 y 150 mil. 25 millones de seres humanos enfrentando hambruna severa, la capital en ruinas, saqueos y robos son ocurrencia diaria, violaciones masivas como arna de guerra, madres rogando que las violen a ellas no a sus hijas, masacres, cadáveres regados por las calles, país destrozado por la guerra.
No ha habido ni una sola manifestación de Occidente, ni campamentos en las universidades de Estados Unidos, ni presidentes trinando a diestra y siniestra, ni condenas en entes multilaterales, ni demandas ante la Corte Penal Internacional – CPI-. A duras penas una nota en las páginas interiores de los periódicos, mutis en radio y televisión.
Esta última ola de violencia desaforada comenzó en abril de 2023, aunque episodios similares de violencia han persistido en este país desde su independencia en 1956. Se trata de Sudán, uno de esos países con un destino estrellado, que no ha conocido un día de paz, a pesar de las riquezas naturales que abundan en su territorio, el otrora país más grande de África, cuna de la civilización nubia, surcado por el gran Nilo.
El país carga un genocidio a cuestas en la región de Darfur, 2003-2005, que dejó más de trescientos mil muertos entre las etnias de la región y una orden de captura por parte de la CPI, que no se ha hecho efectiva, contra el entonces presidente Omar al Bashir.
Sudán fue también presa de una cruenta guerra civil de naturaleza religiosa y étnica que se prolongó por décadas, dejando más de dos millones de muertos. Esta guerra concluyó en 2011 con la separación de la región del sur, creando un nuevo país: Sudán del Sur, el 193.º miembro de las Naciones Unidas. Sin embargo, inmediatamente tras su independencia, Sudán del Sur también cayó en una sangrienta guerra civil interétnica.
Omar al-Bashir, quien detentó el poder durante tres décadas, fue finalmente derrocado en protestas masivas en 2019, en un último coletazo de la primavera árabe. Sin embargo, al igual que en otros casos de la primavera, la democracia duró poco. Dos años después, el ejército sudanés tomó el control, cuando debía entregar el poder a un gobierno civil, y cerró los espacios de participación ciudadana.
La guerra civil estalló como resultado de la presencia de un grupo paramilitar, las Fuerzas de Despliegue Rápido (FDR), creadas por al-Bashir y responsables del genocidio en Darfur. Este grupo no se integró completamente en el ejército sudanés y mantuvo una línea de comando separada. Las negociaciones entre ambas fuerzas para crear un solo ejército nacional fracasaron, y en abril de 2023 comenzó este nuevo capítulo de violencia en el país.
Al Igual que las guerras civiles en Siria, Yemen y Libia que siguieron a la primavera árabe en esos países, hoy Estados fallidos, los contendientes en Sudán cuentan con el apoyo de potencias y países regionales lo que dificulta más aún detener la barbarie. Un primer acuerdo humanitario, que no de paz, se firmó en Jeda, Arabia Saudita en mayo de 2023, pero nunca tomó vuelo. Apoyan a las FDR Los Emiratos árabes y Rusia a través del grupo Wagner, mientras que al ejército sudanés lo apoya principalmente Egipto, país vecino. Armas llegan en cantidad de diversas fuentes.
En un contexto de parálisis en la comunidad internacional y con otras guerras ‘más importantes’ como las de Ucrania y Gaza, esta se ha convertido en la guerra olvidada. Solo algunas organizaciones humanitarias están presentes, mientras no se vislumbra un final cercano en este conflicto, donde los dos generales luchan ‘hasta la victoria final’.