A raíz de un seminario sobre la Escuela de Frankfurt organizado por el profesor Delfín Gruesso del Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle, me entusiasmé con la lectura del libro Resonancia del sociólogo Harmuth Rosa (Katz editores, 2020). Es un texto complejo y difícil de sintetizar. Un argumento central es que, en las sociedades contemporáneas, la gran revolución ha sido la modificación de las estructuras temporales, su pronunciada aceleración, acompañada de nuevas formas de alienación.
Para el autor, la solución no está en la desaceleración y más bien puede tener lugar en la resonancia que se caracteriza, en mi interpretación del texto, por un reacomodo del individuo y de sus relaciones sociales más inmediatas, en medio de la expansión incesante del capitalismo moderno. Este reacomodo implica repensar y modificar las relaciones sociales, recuperando el papel de la naturaleza, el cuerpo, las emociones, las capacidades evaluativas y cognitivas en el mundo del hoy. Propone recuperar el papel de la utopía en la teoría social y argumenta que la modernidad por construir debe llevar a una vida buena, sana y a la felicidad.
Hace unas semanas conocí por YouTube la conferencia de Harari en Nueva York, a raíz de la publicación de su último libro, dedicado a los niños que tiene en cuenta cómo en algunos países han nacido y sobrevivido por años a la guerra. Cita el caso de Israel y de Palestina, y podemos decir nosotros que también es el caso de Colombia, donde hay zonas en las que se ha nacido y vivido en medio de la guerra. La conferencia de Harari toca muchos temas, pero entre otros, vincula las razones de la guerra con las historias imaginarias que las sociedades y las naciones manejan de su propio acontecer. En las sociedades modernas, Harari destaca la revolución lograda, en el campo de los imaginarios, por las tecnologías de la información. Se produce más información que nunca, de manera creciente, y aparece una paradoja: a mayor información, menor el diálogo entre personas. Es decir, prospera una alienación. Pero, el tema para destacar es que produce un orden social general, sustentado en la información. La pregunta es cómo sobreviven en este contexto las democracias o las dictaduras, cómo acontece la subordinación de unos a otros ciudadanos, en medio de tal sistema de información que termina imponiendo su autoridad.
Recientemente, en la prensa nacional hay varios artículos sobre la Inteligencia Artificial que no sabemos bien cómo caracterizar en nuestro país. Se afirma que tiene factores muy positivos, ya que nos ayuda a resolver con éxito problemas de difícil solución con estrategias individuales. Por el lado negativo, se relaciona el avance de la IA con el desempleo, no solo en las labores manuales, sino en las profesionales y propiamente intelectuales. Se afirma que se requiere regularla, como ya se hace en los países europeos, por sus consecuencias negativas en las naciones y en las democracias. En síntesis, estamos ante una nueva era signada por el poder de la información. Conlleva una enorme capacidad para doblegar al individuo y las relaciones interpersonales, mientras prospera un sistema autoritario de información que no se sabe a cuáles intereses responde. Es un poder que no se puede desconocer. Volviendo a Hartmut Rosa, se requiere Resonancia, fomentar la capacidad de reflexión pública y de ubicación deseable en el mundo.
N.B. Hoy, miércoles, a las 6. p.m. en la Tertulia tendremos una conferencia de la periodista Ana María Saavedra sobre: “Las mentiras y verdades sobre el informe final de la Comisión de la Verdad”. Todos los lectores de esta columna invitados.