Por supuesto se trata de un asunto serio: del genio, índole, condición, que se manifiesta exteriormente, o de la buena disposición para hacer algo o de presentar la realidad; el buen humor es la propensión más o menos duradera a mostrarse alegre y complaciente; mientras que el mal humor es una actitud o disposición negativa e irritada (DLE). Una buena casa debería auspiciar el buen humor de sus ocupantes, y evitarles caer en el mal humor; propósitos que usualmente faltan en los proyectos arquitectónicos pero que, al menos en parte, son sus consecuencias; y ni se diga de las construcciones, pero no de los obreros de la construcción: alegres y complacientes y poco negativos o irritables.
Una buena casa contribuye a que sus diversos ocupantes propendan más frecuentemente al buen humor, a mostrarse alegres y complacientes, al generarles seguridad, funcionalidad, confort, adaptabilidad y gratas emociones; pero la ausencia de algunos de estos requisitos lleva a sus ocupantes a una actitud o disposición negativa e irritada; y por eso para preservar la alegría en una buena casa es muy útil su fácil mantenimiento mediante un manual al respecto, que entre otros varios ‘problemas’ indique cómo solucionar las goteras, pues como repetía el arquitecto Eladio Muñoz “el agua es jodida”, lo que se complementa con la conclusión de que una casa buena sin algunas goteras no es tal.
Pero infortunadamente, los requisitos de seguridad, funcionalidad, confort, adaptabilidad y gratas emociones, muy equivocadamente, no es lo usual considerarlos suficientemente y de manera integrada en los proyectos de arquitectura, y debido a eso rara vez se prevé el que pueden resultar antagónicos en lugar de ser complementarios y reforzarse entre ellos como sucede en la mejor arquitectura. Justamente la más indicada, no la más cara, como muchos creen, que no piensan, para obtener una buena casa, no una casa ‘pobre’, pero sí ‘rica’ en experiencias, aun cuando parezca solo un chiste, malo o una mala queja, ya que igualmente también es una buena queja toda buena casa.
Como afirma José Saramago en Viaje a Portugal, 2022, “la utilidad no es incompatible con la belleza” y desde siempre lo ha comprobado la belleza de las armas y de la arquitectura tradicional de las buenas casas.
Pero no se trata de copiarlas, sino de entenderlas en relación a su seguridad, funcionalidad, confort y adaptabilidad, pero sobre todo a identificar sus gratas emociones y pasar a entender lo que las causa; lo que en ellas lleva a esa alteración del ánimo, intensa y agradable, con que se participa de lo que está ocurriendo, pues “la arquitectura, sólo por sí, puede hacer feliz a un hombre”, como remata Saramago, y contribuyendo así a su buen humor al enfrentar la realidad.
El ‘ver’ a primera vista la seguridad que manifiesta una buena casa, dispone la base para que su funcionalidad y confort predispongan en ella al buen humor, igual que lo hace su adaptabilidad cada vez que se la requiera; pero son las diversas y bellas emociones que brinde día y noche, las que llevan a sus ocupantes a mostrarse alegres y complacientes. Y el buen humor a flor de piel conduce pronto a la buena disposición para hacer o imaginar cosas y ágapes divertidos y alegres en una buena casa; y que justamente se trata de esos sentimientos gratos y vivos que se manifiestan con las palabras y gestos con que se expresa el júbilo (DLE) lo que a su vez lleva a divertimientos varios en una buena casa.