Los recientes desastres en Turquía y Siria, debidos a fuertes sismos, deberían servir de advertencia en Colombia, algunas de cuyas zonas son de alto riesgo sísmico, como Cali. Pese a que existen normas constructivas y arquitectónicas al respecto (ver: ¡Por fin! 20/07/2006) poco se cumplen en muchas construcciones y remodelaciones, las que se adelantan sin los permisos respectivos; y no están acompañadas por proyectos arquitectónicos que ayuden a la sismorresistencia de los edificios y a su segura evacuación de emergencia. Además, la gente no le para bolas a los ‘triángulos de vida’ con los que debe contar en sus viviendas y, afuera, en la ciudad (ver: Prepárese, 22/05/2008).
Normas que por supuesto no cumplen completamente las construcciones ilegales, e incluso no pocas de las que cuentan con los permisos respectivos, pues el control de las mismas es muy precario, corrupto o del todo inexistente; y los propietarios muy poco se preocupan del tema. Por otro lado, los ingenieros responsables de las estructuras se limitan a verificar el cumplimiento de la norma pertinente, y no participan con sus recomendaciones en el proyecto respectivo; y a los arquitectos no se les ha enseñado a fondo a Vitruvius en aquello de que la arquitectura además de forma es función y construcción, en este caso, sismorresistente, por lo que su buen emplazamiento es básico.
El asunto es que aún no existen normas arquitectónicas para que los proyectos ayuden en tanto tales a la sismorresistencia de los edificios, considerando que hay formas y espacios ‘sismorresistentes’ y por supuesto materiales, componentes y partes, y no apenas los sistemas constructivos. Y aunque sí hay normas para la evacuación de emergencia de los edificios, aún no completan la totalidad de sus requerimientos, o ya han sido superadas (como las escaleras de dos tramos y no helicoidales) o no se respetan (como las puertas públicas que deben abrir hacia fuera), al tiempo que la señalización obligatoria no es uniforme, ni concisa ni fácil de leer, y la hay confusa.
Los ‘triángulos de vida’ en las viviendas (o sea aquellos sitios en donde se pueda encontrar protección entre sus muebles habituales, no debajo de ellos) hay que identificarlos en cada una de sus diferentes áreas, como alcobas, estaderos, comedores, estudios, cocinas y demás, y tener allí medio escondidas algunas botellas de agua, que se podrían reemplazar cada año, y un pito. Y en los edificios públicos de uso masivo y en los privados de apartamentos u oficinas, además hay que hacer simulacros periódicos de evacuación e identificación de los ‘triángulos de vida’ en sus espacios comunes, y desde luego en los centros comerciales, escuelas, colegios, universidades, clínicas, hospitales y otros.
Igualmente, las ciudades deben contar con amplios espacios urbanos adecuados para recibir a aquellos habitantes que hayan tenido que salir rápidamente de sus viviendas y no puedan regresar a ellas pues se derrumbaron, que sean de fácil acceso; espacios que en climas tropicales calientes y templados deberían ser parques con fuentes de agua además de bebederos, debidamente arborizados permitiendo tender carpas entre ellos, y con un área dura amplia para que puedan llegar helicópteros. Pero lamentablemente las autoridades municipales en este país solo suelen ocuparse de estos temas después de que los desastres ocurren y no antes… como pasa con casi todo en muchas de sus ciudades.