Los analistas políticos norteamericanos han estado devanándose los sesos interpretando lo que otra vez vuelven a llamar el “fenómeno Trump”, buscando una teoría que explique cómo el personaje más divisivo de la historia reciente de los Estados Unidos, está a punto de regresar al poder, luego de una presidencia que ejerció de manera polémica y escandalosa. Hay una línea de análisis que se centra en un aspecto: el ascenso de Donald Trump como candidato viable del partido republicano sucede con un presidente demócrata en ejercicio.
La teoría es que los demócratas han cometido errores políticos tan graves que sus bases electorales fundamentales se han distanciado, la organización ya no representa sus intereses y, de hecho, tanto algunos de los viejos liderazgos, como las nuevas generaciones, se volvieron republicanas.
Esos errores son difíciles de corregir, inclusive si el partido demócrata tomara decisiones muy radicales de manera inmediata, como no llegar a la contienda con Biden de candidato, sino con alguien más joven y moderno.
Políticamente, la encrucijada en el liderazgo político de los Estados Unidos refleja la carencia de opciones tanto ideológicas como generacionales. Por un lado, ya es inevitable que la siguiente presidencia sea geriátrica porque Biden tiene 81 años y Trump 77, pero, por otro lado, sigue una tendencia oligárquica. Salvo porque Trump se les atravesó en 2016, el poder ha estado en manos de tres familias desde 1993: Los Clinton, los Bush y los Obama. Biden no representa nada por sí mismo, fue una hechura de Obama para detener a Bernie Sanders y Elizabeth Warren.
Las mediciones en las encuestas muestran que Biden está en el peor momento de desprestigio de su gobierno, superior al que tuvo con la retirada de Afganistán e inclusive peor que el máximo momento que llegó a tener Donald Trump, por lo menos en la medición de Real Clear Politics. Esas mediciones también demuestran que Trump está sólido en Nevada, Georgia y Michigan, donde ganó Biden en 2020. La situación en los estados del cinturón industrial está muy competida y el riesgo de que esos estados pasen a los republicanos no es bajo.
Se trata de errores difíciles de corregir en pleno año electoral, porque tienen que ver con la debilidad del trabajo demócrata en el ejercicio de la política básica: el puerta a puerta para ganar simpatizantes, las afiliaciones nuevas, la pérdida de representatividad entre los sindicatos industriales y el traslado de población desde estados demócratas a estados republicanos. Según un artículo de The Espectator, entre 2022 y 2023, casi 800.000 habitantes de California, Nueva York e Illinios cambiaron su residencia a Texas, Florida y Georgia. La razón principal son los impuestos, que inciden en los costos de hacer negocios, comprar vivienda. Otro artículo en The American Prospect se titula con una pregunta sugestiva: ¿Por qué y dónde la clase obrera se volvió de derecha?
Las encuestas también dicen que donde peor calificada está la gestión de Biden es en migración, control de la inflación, y lucha contra el crimen. Las soluciones a esos problemas en Estados Unidos suelen ser medidas en las que los republicanos son los voceros, como no control de armas, no impuestos y deportaciones.
También es cierto que el ascenso de Trump se explica por un sistema electoral abstruso que no es de democracia directa y, por lo tanto, no se basa en el principio de mayoría. En 2016, Donald Trump ganó las elecciones perdiendo entre los electores por 3 millones de votos.
Los demócratas, incapaces de entender las familias norteamericanas, presiden atónitos el nuevo ascenso de Donald Trump.