La protección de la biodiversidad y la descarbonización son dos políticas indispensables en la lucha contra el cambio climático, pero tienen enfoques y objetivos distintos. La primera es el tema de la COP 16 que empieza esta semana en Cali, y la segunda se debatirá en la COP 29 que se celebrará en Azerbaiyán el próximo mes de noviembre. Entender las diferencias entre estas dos políticas es fundamental para saber cuál debe ser la prioridad del Colombia

La descarbonización se refiere a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero (GEI) provenientes del uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), para limitar el calentamiento global y mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2°C respecto a los niveles preindustriales. La transición energética es una estrategia de descarbonización.

Por su parte, la protección de la biodiversidad se centra en la conservación y restauración de los ecosistemas naturales, que desempeñan un papel crucial en la regulación del clima. Los bosques, los océanos y otros ecosistemas capturan y almacenan grandes cantidades de CO2, lo que ayuda a mitigar el cambio climático. Acabar con la deforestación de la Amazonía es una estrategia de defensa de la biodiversidad.

Según el Banco Mundial en 2022 las emisiones planetarias de CO2 alcanzaron los 36.000 millones de toneladas, siendo esta la causa principal del calentamiento global, por lo que su reducción debe ser la prioridad de las políticas mundiales. Como el 55 % de las emisiones de GEI en el mundo provienen del uso de combustibles fósiles, sustituirlos por fuentes de energía renovables es un imperativo para todo el mundo si se quiere evitar la catástrofe ambiental. Este será uno de los temas de la COP 29.

Sin embargo, a pesar de que Colombia es uno de los países más vulnerables al cambio climático, sus prioridades no deben estar en la reducción del uso de hidrocarburos (aunque en carbón si se debe hacer un esfuerzo), y mucho menos en su producción, sino en la protección de la biodiversidad, por varias razones.

Primera porque Colombia solo emite el 0,21% de los GEI, y de estos solo el 30 % proviene del uso de petróleo, gas y carbón. En consecuencia, así se logrará reducir a la mitad el uso de combustibles fósiles, el impacto sobre la reducción de las emisiones mundiales de GEI sería ínfimo, solo el 0.01 %. Segunda, porque el país necesita los recursos provenientes de las ventas de petróleo y carbón al resto del mundo, mientras haya compradores, para su balanza de pagos y para financiar al Estado y la transición energética.

Pero la razón principal para concentrar los esfuerzos y los recursos del país en la protección de la biodiversidad es que Colombia tiene el 10 % de la biodiversidad del mundo, y la estamos acabando. De hecho el 54 % de la emisión de GEI en Colombia proviene del mal uso de las tierras agrícolas y la deforestación. En el primer semestre de este año las motosierras asesinas destruyeron más hectáreas de bosque que todo el año anterior. La preservación de este patrimonio natural tiene un impacto directo sobre sectores como el turismo o la agricultura sostenible, pero además contribuye a capturar grandes cantidades de CO2. Además, hay países y empresas dispuestos a pagarnos por preservar nuestra enorme biodiversidad. La COP 16 debe servir para fortalecer esta estrategia.