Con la actual regla que impone la segunda vuelta para la elección de la alcaldía de Bogotá de sacar mínimo el 40% de los votos con mínimo 10 puntos de diferencia, para resultar ganador, desde 1988 solo habrían sido elegidos en primera vuelta Juan Martín Caicedo (65%, 40 puntos diferencia), Jaime Castro (48%-32), Antanas Mockus en 1994 (64%-34), Enrique Peñalosa en 1997 (48%-17) y Samuel Moreno (43%-15). Después de 2007 ningún alcalde de Bogotá habría ganado en primera vuelta, ni siquiera en las repeticiones de Peñalosa y Mockus. De hecho, cada vez los resultados son más reducidos, el menor porcentaje ha sido para Gustavo Petro (33%) y el menor margen para Claudia López (2,73 puntos de diferencia).

Hasta las pasadas elecciones presidenciales que tuvieron un contexto único en la historia, por la pandemia y el paro nacional, la ciudad no ha sido muy agradecida con los mandatarios que ejercen la alcaldía pensando en la presidencia. En 35 años de elecciones populares, sólo Petro y Pastrana fueron elegidos presidentes. Jaime Castro, Mockus, Luis Eduardo Garzón y Peñalosa perdieron en sus aspiraciones presidenciales.

La primera encuesta que mide a los actuales candidatos no causa sorpresa: Carlos Fernando Galán lidera, seguido por Gustavo Bolívar y luego por Juan Daniel Oviedo. Aunque habrá que esperar las encuestas ya con campaña en firme, es evidente que la primera medición refleja el reconocimiento y la trayectoria específica de Galán en Bogotá, la lealtad de la base petrista con Bolívar, y el desgaste de una candidatura novedosa que por lo anticipada y larga puede haber mermado el atractivo de Oviedo. Los demás no cuentan mucho, incluido Rodrigo Lara quien pasó de tener más de 100 mil votos en Bogotá en 2014 a escasos 26 mil en su última elección al Senado.

Bogotá está en una coyuntura crítica. La seguridad es su problema principal actual y la defensa del Metro es el asunto estratégico más relevante para el futuro de la ciudad. En ambos está de por medio el gobierno nacional, en un caso porque es su competencia ya que define la política de seguridad, pero en otro por su interferencia, pues se ha entrometido para minar de riesgos legales el proyecto del Metro.

Lo mejor sería que las elecciones las gane, ojalá en primera vuelta, alguien que reúna las condiciones de independencia, experiencia y compromiso con Bogotá. El segundo cargo más importante del país de elección popular no puede caer en manos de personas que buscan un estribo para candidaturas ulteriores, ni en manos de diletantes.

Hay diferencias en experiencia específica en Bogotá, desde mucha para Galán o ninguna para Bolívar. Otros se han fogueado en entidades nacionales como Oviedo, pero son recién nacidos en la política electoral y eso es más desventaja que ventaja; otros tienen una importante trayectoria parlamentaria como Jorge Enrique Robledo y Lara. Unos tienen un programa verificable, mientras otros divagan en generalidades o buscan ser un referendo pro o anti-Petro según sea Bolívar o Diego Molano.

Antes de la elección popular, ser alcalde de Bogotá era un honor a una trayectoria pública, no un experimento para primerizos. La norma era más Virgilio Barco que primero estuvo en tres ministerios, una embajada y el Congreso e hizo una alcaldía hasta hoy incomparable. La norma no era Antanas Mockus, un novato que hizo una alcaldía también memorable por la construcción de ética ciudadana. Aun con sus diferencias en experiencia, a ninguno se le podía negar su compromiso e independencia y ambos dejaron huella en Bogotá. El acertijo es entender por qué uno fue presidente y el otro no.