Por todas partes se observa en el mundo una especie de hartazgo con las instituciones y formas democráticas. Comenzando por las organizaciones de nivel supranacional que tras la terrible hecatombe de la Segunda Guerra Mundial se dio la humanidad para frenar la posibilidad de nuevos conflictos bélicos.
El colmo llegó cuando en febrero de 2022 Rusia, un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, invadió brutalmente a su vecina Ucrania en una guerra que se acerca a los dos años sin mayores perspectivas de paz. Rusia tuvo en cuenta motivos nacionalistas por encima de los acuerdos establecidos por la democracia internacional.
Sin ningún respeto ni consideración por los más elementales principios de humanidad, los terroristas de Hamás irrumpieron el 7 de octubre en territorio israelí para dedicarse a una sangrienta orgía en la cual, como suele verse últimamente, casi todas las víctimas fueron civiles.
De inmediato, las naciones civilizadas expresaron su rechazo a esta barbarie. En principio la Cancillería colombiana optó por la misma línea, pero, cuesta creerlo, fue desautorizada por el propio presidente Petro. Es importante meditar sobre la necesidad de impedir que nuestro presidente se dedique a expresar una agenda propia vía X, contrariando líneas de conducta institucional que en materia de Relaciones Exteriores provienen de muchos años atrás.
Hay que reconocer que el enorme cuerpo normativo generado por la Comunidad Europea comienza a cansar a sus miembros. Polonia, Hungría y Eslovaquia también han preferido sus condiciones de protección al mercado interno de granos y continúan vetando los productos agrícolas provenientes de Ucrania.
En materia migratoria Polonia, Hungría e Italia se muestran poco dispuestos a aceptar las órdenes emitidas por Bruselas con argumentos simples: según esos países, ya no pueden recibir más gente. Italia cuestiona el mal reparto de migrantes entre el norte y el sur de Europa.
Parece existir un deseo de los diferentes países por recuperar soberanía. Un grupo de siete funcionarios constituyen la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Ninguno fue elegido y todos son nombrados. Pero se han constituido en una especie de tercera instancia que enmienda de manera constante las decisiones de organismos judiciales y de control de los países americanos.
Hizo carrera en el seno de la CIDH la teoría de que ningún gobernante electo puede ser removido de su cargo a no ser por medio de sentencia judicial. Desapareció así de un tajo la utilidad de los organismos internos de control cuya naturaleza es, precisamente, mantener a raya los excesos de los gobernantes.
La razón por la cual Gustavo Petro Urrego ejerce hoy a trompicones la Presidencia de Colombia está ahí. Los funcionarios supranacionales decidieron que la destitución de Petro ordenada por un Procurador no era válida. Se sabe que los procesos judiciales suelen durar años y años, lo que permite a ciertos gobernantes alcanzar el poder.
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Posdata: Es preciso readquirir soberanía para evitar que cualquiera desafíe las decisiones tomadas por organismos constitucionales y las lleve al control externo de la CIDH. Hasta la empleada doméstica Marelbys Meza, enredada con el novelón de Laura Sarabia, ha manifestado su intención de acudir a la CIDH, quién sabe para qué.