El desánimo producido por circunstancias infortunadas colapsa el sistema inmunitario.
Amparo es una mujer de 75 años que enviudó hace 6 meses. Consulta por un vértigo iniciado a las dos semanas de la muerte de su esposo, que a pesar del tratamiento no ha experimentado mejoría alguna. Acompañó a su esposo en el largo proceso de un cáncer durante el cual, sin ayuda de nadie, mantuvo con valor el control de toda la situación.
Carlos, 68 años, vive solo, y se ha ido aislando socialmente. Si bien es propietario de una compañía de seguros, cada vez tiene menos responsabilidades directas. En los últimos años ha sufrido de gripas frecuentes y lleva dos episodios de COVID desde el comienzo de la pandemia. Recientemente tuvo que ser hospitalizado como consecuencia de una bronconeumonía.
Augusto, 70 años, experimenta un deterioro en su salud física que ha sido más visible desde el momento de la jubilación de una multinacional hace 2 años. En este período ha visitado por síntomas cardiopulmonares, cansancio, problemas urinarios, cefaleas, dolores articulares y de espalda, a media docena de especialistas que lo han sometido a múltiples exámenes, le han recetado varios medicamentos cuyo efecto más claro no ha sido el alivio de los síntomas sino el incremento de una gastritis de muchos años de evolución.
Los tres casos descritos son ejemplos típicos de los miles que llenan los servicios de urgencias de los hospitales. Estas personas tienen en común que:
*Están muy afectadas por la soledad en la que viven.
*Acuden a un sistema médico que no muestra interés en escuchar las historias personales del paciente y que por tanto no entiende que el problema que más pesa no es la posible condición médica primaria (manifestada en síntomas somáticos), sino una soledad abrumadora que poco a poco se va asociando a un cuadro clínico patológico.
*Por dignidad, timidez, vergüenza, o simplemente porque sienten que el médico no tiene interés, ninguna menciona los detalles de sus circunstancias personales.
*Fueron referidos a los servicios de salud mental cuando los distintos tratamientos administrados, independientemente, no aliviaron los síntomas somáticos: “Si no ha mejorado, debe ser un problema psicológico”, les dijeron.
El problema no fue intervenido, entre otras razones, porque nadie se percató de las circunstancias personales, ni de sus consecuencias (desánimo, estrés, angustia crónica) que se fueron asociando al colapso de su sistema inmunitario.
En medicina, el tratamiento integral comprende medidas médicas (bio-psico-sociales) para atacar el problema de fondo. Infortunadamente, y en especial en pacientes mayores, no se
interviene oportunamente el círculo vicioso que, iniciado por la soledad, va llevando al paciente a un acelerado deterioro somático (Delgado-Losada, M.L. et al, Loneliness, Depression and Genetics in the Elderly Int J Environ Res Public Health, 2022 Nov 22;19(23):15456).
Este ciclo se puede intervenir dedicándole tiempo a entender las circunstancias que están viviendo las personas que consultan. Preguntar, escuchar con atención, dedicar tiempo compasivo a explorar sus circunstancias y a prestarle atención a lo importante para ellas, se constituye en una fuente de sosiego para las personas que acuden a los servicios médicos en busca de ayuda.