El coronavirus mata, en el mundo, a una persona cada 45 segundos.
Si bien esta es una estadística impactante, la cifra de las víctimas de los trastornos mentales severos no es menos grave. El 10 de octubre de 2019, con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó el suicidio como un grave problema de salud pública (1) y lamentó que solo 28 países del mundo contaran con estrategias adecuadas para prevenirlo.
Entre otras estadísticas, la OMS resalta que 800.000 personas se suicidan cada año, de las cuales más del 50 % son mayores de 70 años. Lo que equivale a un suicidio cada 40 segundos, según estadísticas previas a la pandemia.
La depresión, en sus diferentes presentaciones, es una realidad que abruma a muchas personas. Para aumentar las probabilidades de identificar la depresión oportunamente, hay que documentarse, pues esta enfermedad tiene una gran habilidad para camuflarse con distintos disfraces. También es preciso tener en cuenta que la manifestación clásica de tristeza y melancolía no es la única, ni la más frecuente. Con frecuencia, la depresión se manifiesta por medio de rabia, y toma la forma de intolerancia, irritabilidad o franca hostilidad hacia los demás.
La ansiedad es un síntoma frecuente de la depresión y suele ser el único que ven los allegados del paciente. En consecuencia, al hablar con el médico enfatizan “los nervios, el estrés o la angustia” y omiten los elementos depresivos.
Falta de interés en las actividades diarias, cansancio, falta de energía y falta de perseverancia son otras posibles manifestaciones de depresión.
La ruptura de la comunicación equivale al aislamiento que, de no intervenirse, puede terminar sumiendo al paciente en el negativismo y la autodestrucción.
Identificar síntomas depresivos en adolescentes es aún más difícil que en adultos, pues, por su inseguridad y su incapacidad para expresar sentimientos, es muy normal que disimulen sus emociones.
Como el Estado no está en capacidad ni de identificar a las personas depresivas, ni de definir los factores de riesgo para suicidio, ni de actuar enérgicamente para solucionar el problema de cada persona, son los familiares y amigos quienes deben asumir esa función.
Y para ello es importante documentarse sobre los síntomas velados más comunes en depresión. Hay muchos otros signos que pueden validarse para llegar a una más precisa confirmación, pero por el momento, si se confirman varios de los síntomas mencionados, es recomendable entablar una conversación con la persona acerca de su estado de ánimo. Si la persona accede a hablar de sus emociones, se habrá iniciado un camino que puede conducir a una intervención médica. Si la persona se niega a recibir ayuda, a aceptar síntomas que son claros para el resto de sus seres queridos, puede ser aún más crítico que la persona reciba prontamente ayuda profesional. En cualquiera de los casos se habrá desnudado el ocultamiento de una enfermedad silenciosa y se habrá iniciado el alivio del sufrimiento.
*WHO (2018) Global health estimates 2016. Deaths by cause, age, sex, by country and región; 2000-2016 WHO Geneva.