La marihuana es la droga de abuso más utilizada nacional y globalmente. En Colombia la prevalencia es 3.4 % entre los jóvenes de 12 a 17 años y 4.4% en el grupo de 18 a 29 años.

La marihuana es una droga potente. Genera una adicción psicológica y fisiológica. Tiene el efecto de la tolerancia. Su descontinuación produce síntomas de retiramiento. Aumenta el riesgo para ciertas actividades como manejar vehículos y puede asociarse a la depresión y a la psicosis.

En las adicciones crónicas hay un curso hacia el deterioro social, académico y laboral. Pero el adicto es un mago del fingimiento y puede pasar desapercibido por mucho tiempo ya que lleva una vida evasiva. Sufre de desmotivación, estancamiento y abandono de los nexos constructivos que lo van llevando a una pérdida de los intereses vitales; a un deslizamiento hacia bajos niveles de desempeño y a relacionarse primordialmente con otros adictos que no lo critican.

La legalización de la marihuana para fines médicos, tan loable como es, sin proponérselo, está liberalizando también el uso recreacional en poblaciones de alto riesgo. Las pruebas están a la vista. Por un lado está la experiencia clínica en donde los adictos expresan su complacencia con el hecho de que “si se legalizó para usos médicos es porque no debe ser tan mala”. Por otro lado está el incremento de las consultas a centros especializados encargados de atender las preocupaciones de la comunidad debido al uso de esta droga por parte de los menores de edad. Por ejemplo, después de la legalización de la marihuana para usos médicos en Massachusetts en el 2012, las llamadas al centro de control de envenenamientos por el uso de marihuana en niños y adolescentes se duplicaron (1).

Los riesgos de la liberalización no son iguales para todo el mundo, pues si bien una proporción importante de los jóvenes que empiezan a fumarla desde muy temprano, la dejan después de un tiempo de experimentación, otros quedan enganchados probablemente para el resto de la vida. Este último grupo es el de los adictos donde están las víctimas más conspicuas de estas medidas liberalizadoras, ya que estos usuarios encuentran en ellas el facilitador que su adicción necesita para fortalecerse.

Los especialistas del comportamiento recibimos con mucha frecuencia a los adictos con graves trastornos y disfunciones y a familias enteras destruidas por razón del uso de la marihuana, y estamos en la obligación de manifestar nuestra reserva hacia la legalización y a la subsecuente liberalización de su uso por los riesgos subyacentes para las personas más susceptibles.

Como otras adicciones, la marihuana se ensaña con aquellos que tienen una predisposición genética. Pues al igual que el alcohol, la pueden utilizar recreativamente aquellos que no tienen el elemento adictivo en su personalidad. Pero para aquellos con una estructura de personalidad adictiva, ello significa caer en el “Trastorno Mental por Uso de Cannabis”, tema que será discutido próximamente.

(1) Whitehill, J. et al JAMA Network Open, August 16, 2019