Amo el fútbol. Soy hincha de América. De los que en la B no se perdió ningún juego. El sueño de infancia era ser arquero del equipo. Mi héroe fue Julio César Falcioni. Pero era tan malo tapando, que me hacían goles con un balón playero en el arco de la puerta de mi cuarto. Entonces elegí el periodismo como una manera de estar cerca de eso que tanto me gusta, el fútbol, aunque después me dediqué a contar historias más allá del deporte para intentar entender lo que nos pasa como sociedad.

En todo caso, aún pertenezco al raro grupo de aficionados que, además de ir al estadio, llega a la casa a repetir los goles en YouTube y ver la rueda de prensa del entrenador.

Aquel espacio – la rueda de prensa– funciona como puente entre lo que uno vio en el partido como aficionado y el concepto del técnico. Una oportunidad para responder las preguntas que los hinchas nos hacemos: ¿por qué tal cambio y no este otro? ¿Por qué este esquema y no aquel? ¿Y qué pasó con Fulano que estaba en la tribuna? ¿Jugar sin volante de recuperación fue una buena decisión? Las ruedas de prensa son para hablar de fútbol y aprender de los que lo han estudiado, tanto entrenadores como reporteros.

Desde que asumió César Farías como técnico de América, esas ruedas de prensa me dejan tan preocupado como los resultados del equipo hasta ahora; a la tensión por la posición en la tabla, se le suma la hostilidad con la que le preguntan al técnico y cómo responde él. Lo uno y lo otro genera un ambiente enrarecido que quebranta la comunión entre hinchada y equipo.

Escuchando las explicaciones, creo que en ambos lados hay razones: Farías en ocasiones responde con agresividad. A veces ni siquiera permite que el reportero termine su interrogante. Recuerdo una pregunta que le hicieron al inicio de la campaña: ¿Por qué no juega Franco Leys? Farías se molestó. Dijo que no hablaba de los que no estaban y que era irrespetuoso hacer esa pregunta con los que sí jugaron. No estoy de acuerdo, los suplentes son parte del juego. No hay razón para responder con hostilidad una pregunta así.

Sin embargo, también es cierto que al entrenador del América le han hecho preguntas con el tono de un hincha enojado, y no con el de un periodista analítico, así sea aficionado del equipo. Con el micrófono, el reportero debe despojarse del hincha que lleva adentro, incluso si forma parte de un medio como los que han surgido, partidarios. En otras ocasiones pareciera que el periodista supusiera que la altanería fuera sinónimo de independencia ante la audiencia.

De otro lado, en las ruedas de prensa me sorprende que con frecuencia se hace la misma pregunta en reiteradas ocasiones. Como si quien la formula no hubiera escuchado las respuestas anteriores del entrenador o jugador. Eso es irrespeto.

Es un asunto ligado a otro aspecto: el limitado conocimiento del juego por parte de algunos periodistas. Casi nunca se escucha una pregunta relacionada con un movimiento táctico, una estrategia. Las preguntas son limitadas en su profundidad y en su formulación.

De otro lado, el periodismo es rehén del clic. Se hacen preguntas en busca de la polémica que genera rating y no el conocimiento. También sucede que los periodistas no están informados para preguntar, como pasó en una rueda de prensa reciente: a Farías lo cuestionaron sobre por qué no jugaban tres futbolistas, cuando los tres estaban lesionados.

Hace unos meses tuve la oportunidad charlar con la escritora española Rosa Montero, una maestra entrevistando. Ella me dijo: “La regla de oro es no hacer jamás una pregunta cuya respuesta no te interese saber. Parece una tontería, pero pasa: hay periodistas que preguntan cosas que ni siquiera escuchan lo que le estás contestando. Están pensando en la siguiente pregunta, o en otra cosa, y ni siquiera miran al entrevistado. Tener genuina curiosidad por lo que el otro te va a contestar es el quid. Porque si el otro se da cuenta de que tienes curiosidad, se abre y te cuenta, porque todos queremos ser escuchados”.

En otra ocasión conversé con el profesor Alexandre Guimaraes, recordado en América no solo por el título, sino por el respeto que tuvo por la prensa, los aficionados, los rivales. Jamás se le vio desencajado en una conferencia. Cuando le pregunté por qué no se enfrascaba en conflictos con los periodistas, ‘Guima’ reconoció que prefería morderse la lengua, gracias a una lección que le dio un entrenador: “Uno no se pelea con el cocinero, porque te envenena; ni con la mamá, porque es tu mamá; ni con un árbitro, y con eso también me refiero a la prensa: llevas todas las de perder”.