Cuando en mis clases de psicología en Univalle discutíamos sobre la crítica, aprendí que para construir y plantear soluciones no debíamos ceñirnos a la narración incisiva del asunto de la crítica, casi siempre planteada con trasfondos psicológicos, entiéndase vanidad, afán de poder o soberbia, o utilitario-económicos. Más allá de ese discurso, la razón de ser de la crítica debía ser proponer algo para modificar lo que no funciona. Entendimos que construir desde la crítica es vital para lograr progreso y bienestar.
Después de un año del gobierno Duque, preocupa que vivimos tiempos en los que prima lo destructivo y no lo edificante. Cuatro ejemplos demuestran esa tendencia.
Respecto a los Acuerdos de Paz, los críticos de oficio difunden la idea de que el Gobierno los hace trizas. Nada más alejado de la realidad de una gestión que completó 16 Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial para estabilizar los 170 municipios más azotados por la pobreza y la violencia, y que surgieron del diálogo con 225 mil colombianos. Más de $500.000 millones se han asignado para ellos, y 430 obras se han entregado. Avanzan proyectos productivos de excombatientes, así como su afiliación casi total a salud y pensiones.
Nadie niega que hay retos enormes, como los atentados contra líderes sociales y comunidades. Escollo que no puede quedarse en el reproche, sino apoyando las estrategias de protección y lucha contra el narcotráfico, fuente de inseguridad en campos y ciudades.
En empleo, los críticos insisten en que no se ve el impulso a la ocupación, esperada por la Ley de Financiamiento que mitigó la carga tributaria a las empresas. Pretensión imposible de lograr de la noche a la mañana. Si la visión fuera ecuánime, se reconocería que gracias a esa Ley se reactivaron el crecimiento y las inversiones en equipos para ensanches y modernización tecnológica, lo que creará nuevos empleos. Además, el Gobierno impulsa pactos por el crecimiento en varios sectores industriales, que crearán 800 mil empleos en tres años y si más sectores se suman con actitud constructiva, la cifra será todavía mayor.
En educación, algunos promueven paros y reparos de todo tipo. No reconocen la decisión de un Gobierno que, con un presupuesto anual histórico de $43 billones de pesos, puso al talento humano en el centro del desarrollo. Hay avances en gratuidad e inversiones en infraestructura universitaria. Para elevar competitividad, lo que falta es asegurar mayor sintonía entre universidad y sectores productivos, e incluir en los programas de becas a todas las universidades de alta calidad, sin diferenciar si son estatales o no, ya que todas cumplen el fin público de la formación con excelencia.
Y hay quienes insisten en criticar la “falta de gobernabilidad” del Presidente por su relación con el Congreso. Como si extrañaran la maña corrupta del uso de puestos y presupuestos públicos para conseguir votos en el Legislativo. Lo constructivo sería reconocer que esa relación de autonomía de las Ramas es la que permite el análisis abierto de los proyectos y mejores leyes para Colombia.
En medio de la crítica destructiva, lo vital es que el Gobierno no se deje distraer. El criticar sin proponer nos priva de ofrecer soluciones. Los resultados positivos de su estilo gerencial que planea y ejecuta con visión de largo plazo se impondrán sobre la crítica vacía. Y será la crítica propositiva la que ayudará a construir país.