Pretendía analizar el denominado ‘Plan de Reactivación’, del cual se empezó a hablar este 1 de mayo, pero francamente no vale la pena. Lo que hasta ahora hemos oído no pasa más allá de un “Plan de Desaceleración” del crecimiento y del empleo, y viendo los más recientes escándalos políticos, siento que ni chance tiene de transitar en el Congreso de la República en este momento.
Y digo que parece un plan de “desactivación o desaceleración”, porque dos grandes medidas propuestas son inversiones forzosas en el sistema financiero para apoyar ciertos sectores productivos y flexibilizar la regla fiscal para gastar y endeudarse más, luego de tres años exitosos de ajuste fiscal ordenado.
Las inversiones forzosas, que nos recuerdan su origen en los 60s, demostraron ser el camino perfecto para elevar costos, y desincentivar la asignación del crédito, mientras que cambiar la regla fiscal es encarecer aún más el crédito público y privado en dólares, elevar los costos de insumos productivos vía más tasa de cambio, poner en riesgo la inflación, aumentar el riesgo país y elevar el nivel de incertidumbre local que ya sabemos tiene postrada la inversión privada en Colombia (siendo hoy el peor dato en más de diez años).
Por eso, ante la ausencia de ideas efectivas en el frente nacional, y pensando con color de esperanza, siento que la salida a la recuperación económica debe arrancar desde los territorios del país. Veo hoy más fácil crecer, lograr desarrollo productivo, generación de empleo, aún mejoras en seguridad, desde los municipios o departamentos del país.
Y lo digo, pues ellos conocen de primera mano las estrategias productivas emergentes que están sucediéndose en sus entornos, articulan mejor a las distintas instituciones (sector privado, sector público local y departamental, academia y actores sociales), pueden más fácilmente atraer nueva inversión privada, generan más confianza de acuerdos nacionales, y pudiesen aprovechar mejor los altos recursos del Plan de Desarrollo en agroindustria. Hoy además son más efectivos, pues en los territorios no hay ánimo ni de polarizar, ni de dividir, y han demostrado, por contraste con lo nacional, una muy buena capacidad de ejecución pública.
Lograr lo anterior supone fortalecer el desarrollo de algunas capacidades de planificación, contratación y seguimiento en algunos territorios. También articularse más para pensar por ejemplo en una plataforma para la región Caribe o los Santanderes donde se sumen capacidades de manera asociativa y se haga un uso más eficiente de los recursos.
Supone también insistir con el gobierno en profundizar la descentralización territorial, equidad en el reparto y fortalecer capacidades de acceso a deuda en territorios fiscalmente más fuertes. Igualmente, tener claridad de competencias en los distintos niveles de gobierno y diseñar procesos territoriales que reconozcan su heterogeneidad (91% de los municipios son hoy categoría 5 y 6).
Y lleva finalmente a valorar y utilizar figuras como las áreas metropolitanas, regiones administrativas de planificación o avanzar en un modelo de regiones federadas, donde se puedan sumar recursos y fortalecer cadenas productivas, por ejemplo.
Los territorios, debidamente organizados y articulados, pueden ser hoy, incluso para el gobierno nacional, la mejor palanca de crecimiento y reactivación económica de Colombia.
¿Será posible que lo aprovechen?