Por pura coincidencia, en los mismos días en que se producía el fraude electoral en Venezuela para que Maduro pudiera permanecer el poder, se publicó un provocador libro que cae como anillo al dedo para entender lo que está pasando en el vecino país, y vislumbrar lo que puede pasar.

“Cómo caen los tiranos y cómo sobreviven las naciones”, sería la traducción del título del libro, hasta ahora solo publicado en inglés. Su autor, Marcel Dirsus, ha estudiado por más de una década la situación de dictadores de todos los colores políticos en todas las latitudes, tanto los que han logrado mantenerse en el poder como los que han sido derribados. Muchos de sus análisis y sus conclusiones son aplicables a Venezuela.

Para Dirsus, “ser dictador es como estar atrapado en una caminadora de la que no se pueden bajar. Un tirano puede correr y correr, pero lo mejor que puede lograr es mantenerse de pie”, pero siempre con miedo: “Los tiranos más poderosos están condenados a vivir con miedo. No importa que tan poderosos sean, no pueden quitarse ese miedo. Si hacen un movimiento en falso van a caer. Y cuando los tiranos caen terminan en el exilio, en una cárcel o en una tumba”. Con frecuencia el círculo cercano al dictador, los Diosdados y compañía, corren la misma suerte.

Por supuesto, estar atrapado en la caminadora tiene sus recompensas: tiene el poder absoluto, todos le obedecen, puede destruir a sus enemigos y, sobre todo, puede volverse inmensamente rico. “Las autocracias son máquinas de enriquecimiento ilícito. Sin tener que molestarse por las restricciones de un sistema democrático, las oportunidades para robar son infinitas”.

El problema es: ¿Cómo bajarse de la caminadora? Es muy peligroso. El 69 % de los tiranos que perdieron el poder acabaron en la cárcel, en el exilio o fueron asesinados. Pero dejar el poder voluntariamente puede ser todavía más peligroso. “Los tiranos que tratan de pasar la antorcha, con frecuencia se queman. Cuando tratan de dejar un sucesor que los proteja y les permita gozar sus riquezas, son traicionados y perseguidos”.

Por eso, los dictadores como Maduro están dispuestos a cualquier cosa para mantenerse en el poder: hacer fraude en las elecciones, encarcelar a los opositores, reprimir las manifestaciones populares o enfrentar los cercos diplomáticos como el que intentó Duque. Siempre con un relato nacionalista y antiimperialista. Pero se equivocan los movimientos de izquierda que piensan que defender a Maduro es enfrentar al imperialismo norteamericano; es solo defender a un tirano.

Tumbar a un dictador a la fuerza con una invasión extranjera es imposible en el actual mundo multipolar, con China y Rusia del otro lado. Las fuerzas internas solo derrocarán al tirano si se dividen los militares que lo sostienen. Pero eso no lo van a hacer por idealismo democrático: “Los militares prefieren ser ricos obedeciendo a un tirano que ser pobres bajo las órdenes de un gobierno democrático”. Solo lo harían cuando vean que la resistencia civil y las protestas populares no se detienen con represión y balas.

En todo caso, es esencial que el tirano tenga una puerta de salida, lo que hace indispensable la negociación para diseñar una transición que le permita bajarse la caminadora. Países como Brasil, Colombia o México pueden ayudar en esa negociación si mantienen los canales de diálogo abiertos con ambas partes.