La expresión se oyó en un gimnasio de entrenamiento físico. Varios jóvenes hablaban de depilación donde, para ellos, los vellos púbicos en la mujer eran asquientos. “Que se depile”, “que quede como una bebé”, recalcaron. ¿Inocente expresión? ¿Qué puede esconderse detrás de la frase? ¿Podrían camuflarse posibles abusadores que ‘disfrutan’ teniendo relaciones con niñas - mujeres, machos que fantasean con pubis infantiles y por lo mismo no dudan en pedir (exigir) depilación para los vellos púbicos de su pareja?

¿Cuándo se ‘brinca’ la fantasía y se traspasa el límite entre lo que se desea y lo que se actúa? ¿Cuándo la obsesión por el pubis infantil se convierte en patología? La Gobernadora del Valle desea, con las mejores intenciones, que estos abusadores y asesinos de niños tengan cadena perpetua. Pero, Dra. Dilian, si nos descuidamos puede que no exista ‘cama pa´tanta gente’. Puede que las cárceles se saturen con tanto ‘violador normal’, escondido detrás de comportamientos naturales. No es fácil definir el perfil de un abusador: la conducta perversa se camufla muy bien en la normalidad. Y aquí está lo más complejo: ¿Qué tan corriente es un violador? ¿Qué alimenta su patología?

Francia aún no se repone del impacto del ‘buen marido’ que prostituyó a su mujer para que abusaran de ella mientras él filmaba para su ‘recreación’. Los hombres que participaron del abuso eran “totalmente normales”, hombres del vecindario, el profesor, el policía, el tendero, el papa de la compañera de colegio. Entonces, ¿cómo detectar un violador si son tan ‘normales’? Es complejo definir la conducta perversa porque se nutre de varios elementos que la cultura considera corrientes.

El rechazo al vello púbico, por ejemplo, ha sido cuestionado por ginecólogos porque el vello púbico en la mujer no es ‘adorno’, sino un elemento natural de protección para sus genitales. Pero, la moda (¿quién la inició?) estimula la fantasía del macho por disfrutar con niñas - mujer. ¿Tendrá acaso esto alguna relación con el aumento de la prostitución y abuso infantiles? Igual veneno produce la pornografía desbordada, donde en especial las nuevas generaciones se educan con la idea de que los cuerpos son ‘objetos’ manipulables, usables y despreciables. En su fantasía cada quien ‘hace lo que quiere’, pero si no existen límites de contención ¿quién garantiza que el río no se desborde?

No van a ser las leyes las que detengan el desmadre contra el mundo infantil. Debe existir la introspección masculina para encontrar si su excitación se nutre de pubis infantiles como ‘los de bebé’. O si la disminución del deseo sexual (activado por el desborde de pornografía) motiva a imaginar películas ‘increíbles’ creyendo que solo son internas. Cuando, de pronto, unos tragos ‘mal administrados’, una rabia acumulada o un rechazo sexual, ‘despiertan’ al monstruo interior y los Bryan se multiplican…

Es una sociedad enferma que por dinero o placer, se traiciona a sí misma y desprecia lo más sagrado de su mundo: los niños y niñas. Sí, en un hombre adulto puede existir un niño herido que necesita vengarse, cobrar, reparar, sanar. Pero no es la pornografía ni la fantasía desbordada la que reparan heridas. Tampoco una cárcel. Ojalá aceptemos que mirarnos a nosotros mismos, a través de ayudas profesionales, puede ser el inicio de una mejor sociedad…