Terminó la jornada electoral del pasado 29 de octubre; se percibe un ambiente de alegría y esperanza por los nuevos mandatarios electos, especialmente en las principales ciudades capitales. Suenan voces de ilusión, y las personas confían que sus ciudades y departamentos van a recuperarse del estancamiento en el que se encontraban. Con esto corremos el riesgo de ver a los gobernantes electos como unos superpoderosos salvadores, que tienen en sus manos la fórmula secreta del éxito y que llegaron para sacarnos del abismo en el que actualmente estamos.
Sin embargo, debemos ser conscientes que la responsabilidad sigue siendo de todos nosotros. La democracia no termina en las urnas; comienza con el voto y se fortalece con la participación activa de la ciudadanía en el acompañamiento de los mandatarios locales y en la vigilancia de su gestión. En Colombia, como en cualquier democracia que se precie de tal, el poder reside en el pueblo, y es este quien debe ejercerlo más allá del acto de votar.
Colombia, como nación en constante búsqueda de progreso, enfrenta desafíos significativos en materia de salud, educación, infraestructura y equidad social. Los proyectos que busquen atender estas áreas no solo son necesarios, sino urgentes. La ciudadanía debe continuar haciéndose oír y debe asegurarse de que los planes de desarrollo local no se queden en el papel y que los recursos se asignen y utilicen de manera que realmente contribuyan al bienestar de la comunidad.
El acompañamiento ciudadano debe ir más allá de la crítica constructiva. Debe ser proactivo, ofreciendo soluciones, participando en foros y espacios de decisión y colaborando con las autoridades en la identificación de prioridades. Los consejos territoriales de planeación, las veedurías ciudadanas y los mecanismos de participación ciudadana son herramientas que deben ser utilizadas y fortalecidas ahora más que nunca si queremos sacar el mejor provecho de nuestros mandatarios electos.
La transparencia en la gestión pública es el fundamento sobre el cual se construye la confianza entre los ciudadanos y sus gobernantes. Es imperativo que los mandatarios locales rindan cuentas de manera periódica y accesible, que los procesos sean abiertos al escrutinio público y que la información sea clara y comprensible para todos. Solo así se puede garantizar que la ejecución de los proyectos responda verdaderamente a las necesidades de la población.
Los ciudadanos deben ejercer su derecho a ser informados y su deber de asegurarse de que los proyectos prometidos se lleven a cabo de manera eficiente y efectiva. No es suficiente con elegir a nuestros gobernantes, debemos acompañarlos para lograr soluciones efectivas. Los retos a los que nos enfrentamos como sociedad requieren del trabajo articulado de sociedad civil, empresarios, academia, medios de comunicación y demás fuerzas vivas. En el mismo sentido, la participación ciudadana no debe ser vista como una amenaza por los gobernantes, sino como una oportunidad para fortalecer sus mandatos a través de la legitimidad que otorga el respaldo popular.
La elección de nuevos mandatarios locales en Colombia fue solo el principio. Ahora, el reto es asegurar que los proyectos que necesitamos para nuestro bienestar social se lleven a cabo con eficacia. Esto se logrará de manera más efectiva con un acompañamiento ciudadano activo y responsable. La democracia se nutre de la participación de sus ciudadanos, y es nuestra responsabilidad colectiva asegurar que los sueños de hoy se conviertan en las realidades del mañana. Ya logramos el cambio esperado en las urnas el pasado 29 de octubre; ahora es nuestra responsabilidad lograr que ese cambio se materialice y se haga tangible. Invito a cada colombiano a asumir este rol con el compromiso y la seriedad que merece nuestro futuro colectivo.