La inédita publicidad que recibió el consejo de ministros del 4 de febrero quedará en los anales de la historia menuda y de la Historia de verdad, si algún día un historiador se toma el trabajo de escribir sobre su funcionamiento.

La naturaleza del consejo de ministros en Colombia varía según la concepción que del mismo tenga el presidente de la República y del contexto político que se esté viviendo. Los consejos de ministros hegemónicos antes del Frente Nacional o los de la responsabilidad compartida o los que se constituyeron después de la Constitución de 1991, son todos muy diferentes. Particularmente, en su relación con el presidente de la República. Y de este con su ministros. Entre nosotros, el poder discrecional del presidente de la República y la escogencia de sus ministros tiene las limitaciones propias de la manera como están integradas las fuerzas políticas en el Congreso o fuera del mismo, cuando no existió un congreso en funcionamiento.

Trato de recordar si ha ocurrido algo similar a lo del 4 de febrero y no recuerdo sino el consejo de ministros que convocó el presidente Laureano Gómez cuando reasumió el poder el 13 de junio de 1953 con el objeto de destituir al general Gustavo Rojas Pinilla como comandante de las Fuerzas Militares, toda vez que el Presidente encargado, Roberto Urdaneta Arbeláez, se resistió a tomar esa decisión por las graves consecuencias que el mismo anticipaba.

Ese consejo de ministros en la mañana del 13 de junio no se divulgó en vivo y en directo por la radiodifusión; la televisión no estaba al alcance de los ciudadanos en esa época. Pero sí se conocieron las decisiones que ese día se tomaron, en particular la destitución de Lucio Pabón Núñez como ministro de Defensa, ya que este se negó a firmar el decreto correspondiente y así supimos también del nombramiento del entonces ministro de Obras públicas, Jorge Leyva, como ministro de Defensa. No sobra recordar que Pabón Núñez era casi más que un hijo para Laureano Gómez. Fue enorme su decepción cuando no lo acompañó en esa crítica decisión. Vino, entonces, el así denominado ‘golpe de opinión’ por Darío Echandía, el gobierno de Rojas, su reelección y su caída el 10 de mayo de 1957.

En un régimen parlamentario como el de la Gran Bretaña el gabinete responde a la distribución de las tendencias políticas del partido mayoritario, que es el del Primer Ministro, o a los arreglos que se hayan hecho si es que fue necesario construir una coalición. Así las cosas, el Primer Ministro está lidiando con unos colegas que están empoderados políticamente y que representan la fuerza que sostiene al Primer Ministro en el gobierno y, por lo tanto, los debates en el mismo tienen un alcance muy diferente al de un consejo de ministros entre nosotros.

En el régimen parlamentario, los debates en el gabinete sirven como una medición de la actitud de las diferentes fuerzas dentro del partido gobernante y permiten vislumbrar riesgos de fraccionalismo o anticipar luchas por el liderazgo dentro del partido como ocurrió después de los 11 años del gobierno de la señora Margaret Thatcher cuando uno de sus ministros comienza a desafiar el liderazgo buscando así su debilitamiento, su renuncia o la derrota de ese liderazgo en una convención del partido. Los altibajos de este proceso están acompañados de deslealtades, traiciones y confirmación de compromisos políticos muy grandes.

Entonces se producen filtraciones de lo que está ocurriendo en el consejo de ministros que permiten a los comentaristas ir anticipando cuáles pueden ser las consecuencias de esa situación que en el caso de la señora Thatcher llevaron a su renuncia. Eso es impensable entre nosotros. Primero, se van los ministros.