“En tiempos de crisis, la innovación es la única salida”, dijo Einstein. Una asamblea constituyente en un país políticamente caldeado puede ser vista como una tabla de salvación o como un catalizador del caos. La copa América y la Eurocopa distraen un poco, pero ni con su bello embrujo sirvieron para que la necesidad de polarizarnos se fuera un rato.

Constituyente o no, esa es la cuestión por estos días. Como si todo dependiera de esto, como si fuera un negro o blanco, un derecha o izquierda, un gatos o perros, como si tuviéramos que escoger entre que nuestros padres nos vean teniendo sexo o ver a nuestros padres tener sexo. Como si en ella exclusivamente estuviera la solución a nuestros males o la debacle para hundirnos en una miseria.

La clave radica en quiénes son los actores que lideran el proceso y su capacidad para promover un diálogo inclusivo, transparente y realmente representativo de la diversidad nacional. Sin una verdadera inclusión y compromiso, el proceso puede convertirse en un escenario de confrontación más que de consenso.

Le tememos a los cambios, le tememos a movernos en la vida y a enfrentar nuevas experiencias, y es un temor que en algunos pasa porque si sale bien -y se está en oposición- se acaba la posibilidad del juego y la relevancia. Una asamblea constituyente implica reescribir las reglas del juego político, un ejercicio para traer esperanza y renovación, pero también incertidumbre y temor.

Pero decepciona que también exista el temor a gobernar. Completaremos dos años con buenas intenciones, con retórica maravillosa y grandilocuente, con el sueño de una Colombia nueva. Pero todo eso se reduce a pamplinas que se burlan de la inteligencia colectiva. Para tomar decisiones y lograr resultados que serán legado en salud, competitividad, comercio, política social, inclusividad, educación, etc., se requiere voluntad y ganas de hacerlo. Por eso se llaman decisiones, porque según esta palabra -como indica su origen en latín- se escoge entre varias opciones. Escoger y hacer. Por ejemplo, escoger ejecutar y hacer. Ser gobierno y no creerse víctima siempre y a toda hora. Si se es tan débil y tan víctima ¿Cómo podrá llevarnos a una Colombia mejor? ¿Con qué fuerza?

Las experiencias internacionales ofrecen lecciones valiosas. En Sudáfrica, la asamblea constituyente jugó un papel crucial en la transición pacífica del apartheid a una democracia multirracial. Fue un proceso inclusivo que involucró a diversos sectores de la sociedad y que buscó construir un futuro común sobre la base del respeto y la igualdad. Por otro lado, en Venezuela, la asamblea constituyente de 2017 fue vista por muchos como una herramienta del gobierno para consolidar su poder, profundizando la crisis política y social del país.

La verdadera utilidad de una asamblea constituyente radica en su potencial para transformar la crisis en una oportunidad, para convertir la confrontación en diálogo y para reimaginar un futuro donde todos los ciudadanos tengan un lugar y una voz. Constituyente si es para innovar y tener un futuro planeado, no para distraer la atención y tapar la incapacidad. Constituyente por vías institucionales, por consenso, con bienestar común.

Como pueblo, anhelamos sentir alguna vez agradecimiento y orgullo por nuestros dirigentes y líderes, no solo sentirlo por nuestros deportistas.