El triunfo electoral de Petro que le permitió ganar la Presidencia pero que no le dio gobernabilidad democrática, demostró la mejor actitud de las fuerzas políticas para contribuir a que él pudiera realizar un buen gobierno y que contara, además, con una oposición civilizada.

Fue un buen momento para la política colombiana porque se pusieron en evidencia todas sus virtudes. Y así comenzó una Administración que, en general, se vio con buenos ojos por todos los sectores.

La clave de esa situación tan favorable fue la decisión de tres partidos políticos, el Liberalismo, el Conservatismo y la U, de entrar a formar parte del gobierno y la decisión del Centro Democrático de hacer una oposición civilizada. Una Democracia en todo su esplendor.

Se cometió el error de no establecer, como tantas veces lo he dicho, un mínimo de reglas de funcionamiento para que esa coalición rindiera los frutos que era del caso esperar. Difícilmente, recuerdo algún otro ejemplo de un desperdicio de gobernabilidad democrática más notorio. Y todo derivó, finalmente, en la inconsulta decisión del presidente Petro de declarar la inexistencia de esa coalición el 26 de abril pasado. Y a partir de ese momento el gobierno adoptó una estrategia que ha podido ser exitosa en forma coyuntural, casual, pero que no ha contribuido al tema general de la gobernabilidad. Entonces, la retórica presidencial ha adquirido un contenido cuasi-revolucionario que aparte de generar más incertidumbre y mayores preocupaciones no está en capacidad, ni siquiera, de producir una convocatoria popular que le dé alguna viabilidad a tanto radicalismo.

Terminadas las dos Legislaturas lo que encontramos es una ansiedad por reconstruir así sea en forma mínima esa coalición. Me impresionó mucho la lectura de El Tiempo, del domingo 25 de junio, el cual ya desde la primera página decía: el gobierno de Gustavo Petro vive hoy una compleja situación dentro y fuera del Legislativo que amenaza las posibilidades de éxito de sus principales reformas sociales. Inmediatamente en la segunda página titulaba a cuatro columnas así: “Los desafíos del Presidente para retomar la gobernabilidad”. Y añadía en un subtítulo: tras las marchas de la oposición en las calles y la caída sostenida en las encuestas, Petro deberá trabajar con un Congreso que no le caminó al final de esta Legislatura y que tiene la mirada puesta en las elecciones de octubre. Y debajo una impresionante fotografía de la manifestación de la oposición, el martes anterior.

En la página tercera a cinco columnas titula: “El Pacto envía señales de diálogo pero el lenguaje del mandatario va en contravía”. Y en el subtítulo se reitera el tema de construir una nueva coalición. En la página cuarta se insiste y el título principal reafirma lo que se viene diciendo. “Vamos a restablecer las relaciones, vamos a volver a los acuerdos políticos”. En la página sexta titula a cuatro columnas “Hay que buscar consensos y mantener un diálogo franco”. En la página octava, a tres columnas: “El país no está contento, reconoce Gustavo Bolívar”. Y en la página 1.17, a tres columnas, “Espero que el gobierno entienda que solo no puede sacar su proyecto adelante” una declaración de la exministra Cecilia López. Esto en el primer cuerpo del periódico. Una muestra contundente del error que se cometió al destruir la coalición y, por supuesto, de no haber establecido reglas mínimas para su funcionamiento.

Sueno muy impertinente al insistir en la necesidad de reglas cuando se construye una coalición. No más despilfarros políticos.