En un mundo que parece correr más rápido cada día, marcado por crisis económicas y sociales que nos sacuden, detenernos a reflexionar sobre lo esencial puede ser el acto más valiente y necesario. Las dificultades nos empujan a reevaluar lo que realmente importa y nos recuerdan que, en el fondo, lo verdaderamente valioso es aquello que sostiene nuestras vidas y que no tiene precio.
En momentos de incertidumbre, la familia es nuestro refugio más sólido. En esas situaciones de fragilidad, cuando enfrentamos circunstancias fuera de nuestro control, encontramos en nuestros seres queridos la fuerza para seguir. Estas experiencias nos hacen replantear prioridades, valorar profundamente los pequeños gestos y la compañía de quienes amamos.
Recientemente, un suceso nos estremeció profundamente a mi familia y a mí. Fue un llamado a detenernos, a reflexionar y a reajustar nuestra perspectiva de vida. En esos momentos uno aprende que, lo que realmente importa, es el tiempo que compartimos y el apoyo que nos damos.
La salud, tanto física como emocional, se ha convertido en un pilar fundamental en nuestras vidas, especialmente en los últimos años. A menudo la damos por sentada, pero cuando la vida nos sacude entendemos lo vital que es cuidarla con dedicación. Más allá de cifras y diagnósticos, la salud es el vehículo que nos impulsa a continuar con nuestros sueños y a estar presentes para quienes más nos necesitan.
Un problema de salud inesperado nos recuerda lo frágiles que somos, pero también nos revela la fuerza que llevamos dentro. Estos momentos, aunque desafiantes, nos invitan a ser más conscientes de cómo cuidamos nuestra alimentación, nuestras emociones y nuestras relaciones. Cada día se convierte en una oportunidad para enfocar nuestra energía en lo que realmente importa.
Al mismo tiempo, garantizar la salud no puede depender solo del esfuerzo individual. Es innegable que el Estado tiene la responsabilidad de garantizar este derecho para todos, sin distinción de etnia, género, nivel socioeconómico o edad. Y en este punto vale la pena reflexionar sobre el sistema de salud colombiano, que ha empezado a atravesar por una profunda crisis.
Según la Andi, en lo corrido del 2024 las EPS han gastado en promedio 109 pesos por cada 100 recibidos, generando un déficit que afecta directamente a hospitales, médicos y, sobre todo, a los pacientes. Este desbalance ha generado un hueco financiero que oscila entre 5,9 y 14 billones de pesos, dependiendo de la fuente que lo mida. Hoy, más que nunca, es urgente priorizar la salud como derecho básico, pues la situación afecta los servicios y la confianza de la población en el sistema.
En este contexto, corresponde al Gobierno Nacional priorizar el fortalecimiento del sistema de salud, entendiendo que no pueden destruir lo que ya funciona. La clave está en corregir lo que no está dando resultados y resolver los problemas estructurales para asegurar su sostenibilidad financiera y operativa. Fortalecer el sistema para que funcione de manera eficiente es una necesidad que no puede postergarse más. En tiempos de incertidumbre, cuidar lo esencial significa garantizar que todos los colombianos puedan acceder a servicios de calidad que les permitan vivir con dignidad y tranquilidad.
En momentos tan complejos, aprender a cuidar lo esencial nos enseña que el verdadero progreso no se mide por lo que acumulamos, sino por lo que preservamos. Nuestra familia, nuestra salud y las personas con quienes creamos lazos y comunidad, son el núcleo de nuestra vida. Protegerlas nos da la fuerza para superar las crisis y nos impulsa a construir un futuro más humano, consciente y lleno de sentido.