El nivel de subdesarrollo de una ciudad se mide por el estado de sus andenes y Bogotá es pionera. En pleno centro cerca del Ministerio de Trabajo tamaño desnivel y Ángela cayó boca abajo haciéndose un chichón en la frente. Como estaba tarde me levanté rápidamente y salí hacia el Ministerio, pude entregarle mi libro a la ministra Gloria Ramírez, una de las entrevistadas en ‘La ética del cuidado y el maternalismo, ¿hacía una Ginecocracia en Colombia?’. Como el chichón era bastante escandaloso rápidamente me asignaron un enfermero que me llevó al hospital más cercano. En minutos me atendieron, dos escenografías de la cabeza y en menos de dos horas me dieron de alta.

Todo parecía bien, la bola en la frente se disminuyó con el hielo, pero de pronto aparecieron tamaños morados en los ojos que me hacían ver monstruosa y pensando cómo iba a dar la conferencia al día siguiente en el Encuentro de Mujeres Populares y Cuidadoras del Cuerpo-Territorio-Habitat, Rizomadas con la Biodiversidad. Seguro pensarían que era una víctima más de la violencia doméstica. Al día siguiente me armé de valor y con toneladas de base, logré camuflar parcialmente los ojos morados. No podía quedarles mal, me habían invitado especialmente.

Mi charla era sobre la eco-aldea Nashira y contaría el suceso de las trampas de las calles de Bogotá. En el camino nos encontramos unas ollas enormes donde estaban cocinando el almuerzo para las 300 y más mujeres que habían venido de toda Colombia al encuentro. Había carpas para pernoctar y se veía que era un ambiente popular y feminista.

Se notaba mucha camaradería, no tuve necesidad de contar lo sucedido, ‘compañera’ para arriba y para abajo, posibilidad de almuerzo vegetariano, deliciosa agua de panela con el dulce rebajado con limón y jengibres. Mis compañeras panelistas, una de ellas de origen cimarrón que venía de la Isla de Barú, elocuentemente explicó la problemática de esas tierras bendecidas por el mar y habló sobre un proyecto lindísimo para salvar este arrecife coralino tan único, que infortunadamente ha sido destruido por las industrias contaminantes de las bocas del Río Magdalena.

Este grupo de mujeres, populares han llegado a Cali de todos los rincones de Colombia, gracias al apoyo del Ministerio de la Igualdad y la Equidad que dirige nuestra vicepresidenta Francia Márquez. Traen sus mensajes, algunos marcados por el dolor de la guerra, no quieren que las ignoren ni que las hagan a un lado por declaraciones más poderosas ya entroncadas en el sistema. Son sus voces las que deben ser escuchadas en el COP 16: No al monocultivo, sí a la biodiversidad, el agua es un derecho de todas y todos. Queremos acceder a la tierra en nuestro nombre para sembrar no semillas transgénicas importadas, sino nuestro maíz, yuca, frijoles, nuestros frutales en eco-aldeas productivas, sin pesticidas y con el sol que nos regala la madre naturaleza como fuente de energía. Por eso exigen su espacio en la COP 16.