Partiendo de la idea de que ninguna mujer es ‘fea, el productor colombiano Fernando Gaitán Salom escribió esta telenovela de mucho éxito en el mundo, pues con maestría transformó a Betty en la belleza que siempre sospechamos, de acuerdo a la parábola del ‘Patito feo’, del poeta danés Hans Christian Andersen.

Betty, como Pedro El Escamoso, vuelven a la televisión colombiana después de tantos años, pues son hoy clásicos que la gente no ha podido olvidar.

Hace más de 20 años pude ver en Estados Unidos a un Miguel Varoni convertido en un actor enorme, con unas posibilidades histriónicas que aliviaron un tanto el invierno tórrido del Este norteamericano.

Betty regresa después de 25 años a la televisión colombiana. Viví también en Nueva York el furor de la película, el momento de América Ferrara, a quien llamaron ‘la Betty gringa’. Ella aparecía diariamente entre las luces chispeantes de Times Square.

La verdad es que desde los tiempos de la película ‘The good, the bad and the owgly’ (‘Lo bueno, lo malo y lo feo’), no se hablaba tanto de lo feo en esa ciudad donde la historia de Gaitán, drama que parece entresacado de lo mejor de Dostowesky mezclado con la realidad latinoamericana, entró a los hogares a través de la cadena ABC.

Lo de 1999 fue de gran impacto. Otras telenovelas colombianas de gran éxito son recordadas hoy cuando la TV cumple 70 años. Honor y homenaje merecido a Carlos Mayolo con su ‘Azúcar’. En la América del Sur pensarían que estos géneros no abarcan sintonía en Estados Unidos, ‘Soap Operas’, como ahí se les llama, programas patrocinados inicialmente por fábricas de detergentes y jabones muy populares. Este género, el de la telenovela, es también llamado ‘culebrón’ en España.

La última gran sintonía en la televisión estadounidense, en español, la tuvo la retransmisión de ‘Pedro El Escamoso’ en 2002, y fueron muchos los hispanos que adoptaron ahí la forma de bailar de ese singular personaje, en fiestas familiares y eventos de verano.

Para Nérida Laboy, ama de casa puertorriqueña, dedicada al área de servicio social en el sector de Brooklyn, “la importancia de Betty la fea, su película en inglés, radica en el ya reconocido sentido de lo tacky que predomina en la sociedad estadounidense”.

‘Tacky’ ahí, es algo lobo, es el colmo del ‘kitch’, como los trajes color tabaco del mago David Copperfield, combinados con camisas y corbatas negras, o la ropa que llevan los jugadores de póker en Las Vegas, todos millonarios, amplificados ahora en sus destrezas por un canal de cable; cuellos blancos por fuera de las chaquetas, zapatos combinados, gafas con marco de oro y puros, para asentar la imagen de magnates.

La nueva Betty, cuya difusión se dio también en Rusia y otras naciones de la Europa oriental, fue un canto ‘tacky’. Antes de la presentación de la película estadounidense, decenas de epígonos de ese personaje de la cultura colombiana recorrieron el corazón de Nueva York, para sorpresa de los viandantes.

No faltó detalle; las gafas de ‘poor girl’ o de maestra de pueblo, un bozo incipiente, saco de poliéster, metal en los dientes y una voz chillona; su competencia, a través del canal mexicano, vendió celulares en los Estados Unidos a través de una campaña según la cual todo usuario de ese servicio podía insertar la voz de la Betty mexicana en el saludo inicial del teléfono. Ella se promocionaba como “tu asistente”, así que aquella Betty se convirtió en una secretaria virtual, con una risilla de ‘jiji’ que hacía parar los pelos en el tren subterráneo.

Lo que demostró finalmente ese ‘boom’ de Betty en Nueva York, fue algo que nunca soñó su padre, el extraordinario actor caleño Jorge Herrera. El talento colombiano da para todo y en todos los idiomas.