Petro es alguien hábil para manejar a la opinión pública. Su larga trayectoria de agitador y de político le enseñó acerca de lo voluble que es y de cómo es posible su manipulación para superar momentos que, para alguien que no haya desarrollado esas habilidades, podrían ser catastróficos. En medio de la descoordinación de este gobierno, de los líos en que lo meten quienes lo rodean, de la falta de capacidad de muchos funcionarios en posiciones importantes y de las frustraciones de tantos que pensaron que el cambio iba a ser una realidad tangible, Petro logra tener protagonismo en la agenda pública con ocurrencias que ponen a todo el mundo a discutir sobre ellas.
Una de las últimas ha sido la del pago del transporte público incrementando las tarifas de la luz. Una propuesta que supone inmensas complicaciones de todo tipo y que para hacerla hubiera sido necesario contar con un conjunto de estudios fundamentados. Él, la ‘saca del cubilete’ y distrae a la opinión con algo que para muchos puede sonar muy atractivo, pero cuya implementación puede traer infinidad de problemas. Es menos traída de los cabellos que el tren entre Buenaventura y Barranquilla, o suspender la construcción del metro por su insistencia en volverlo subterráneo, pero tienen en común que, al parecer, buscan es distraer el foco de la opinión.
Los escándalos alrededor de la gente que lo rodean no paran y, como si le faltaran enredos, hasta su hermano le genera al gobierno todo tipo de cuestionamientos, incluyendo los comentarios sobre sus condiciones mentales. Ahora, con la ayuda de la ministra de Agricultura, pondrán a todo el mundo a opinar acerca del exótico decreto que busca promover la movilización campesina. Difícilmente esto puede ayudar a conseguir la unidad y el consenso que tanto se requiere en Colombia. No se pueden subestimar las posiciones del presidente y los problemas que pueden causar en adición a los subsidios de todo tipo que pretende establecer, pero tampoco se debe perder de vista que mucho tienen solo de manejo de opinión.
Lo que no se debe olvidar es que, además de las ocurrencias de Petro, hay un tema más concreto e inmediato, que debería ocupar la atención de los colombianos y es el de las elecciones regionales. Es mucho lo que está en juego y, afortunadamente, al menos en las ciudades grandes hay candidatos capaces, con probabilidades y con una actitud de construir antes que destruir. Es importante que esta corriente triunfe también en las ciudades pequeñas, donde los riesgos pueden ser mayores. En el caso de Bogotá, la segunda vuelta va a ayudar a corregir mucho de los problemas del pasado y es menos probable que triunfe un anarquista como Bolívar.
Por bueno que sea el alcalde o el gobernador, si no cuenta con concejales o con diputados que trabajen por una buena gestión, las cosas serán mucho más difíciles. En el caso de las Asambleas y los Concejos hay que votar con responsabilidad y es necesario empezar desde ya a identificar quienes son esos candidatos que deben estar en esas corporaciones.