La Feria Internacional del Libro en Cali, FILCali, un éxito. Las carpas para las editoriales y los conversatorios, bien estructurados. Me fijé en los amarres. Creo que ni un tornado sería capaz de hacerlas volar.
Japón continúa luciéndose. Además de los encuentros con autores, el stand con sus libros logra hipnotizar y quererlo comprar todo para entender bien, conocer, disfrutar la cultura milenaria de ese país, que constituye en sí una cultura propia, ya que durante siglos estuvo aislada del resto del mundo. Basta leer Shogun como abrebocas para la iniciación.
Jamás tuvo inmigrantes. Siglos y siglos sin mezcla alguna. Y actualmente es un paraíso abierto para visitantes. Abiertas sus puertas para compartir sus misterios y esa pasión por la estética.
En América al comienzo era difícil diferenciarlos de los chinos y los coreanos. Me imagino que ellos también confundían europeos con mestizos. Nos dejan un legado, una huella, una lección de estética y civilización.
Gracias Paola Guevara, directora de la Feria, por haberlos invitado como país de honor.
Me fascinó en la carpa de El País el stand de Biblioghetto, ese proyecto cultural que inició en 2017, idea de doce jóvenes, con la propuesta de reunir jóvenes de El Vergel, Charco Azul, El Poblado, Mojica, Marroquín, Petecuy y barrios aledaños, marcados por un no-futuro, calidad de vida deteriorada, inseguridad, pandillas, drogas, violencia. Lugar de encuentro, la Biblioteca Pública del Centro Cultural Nuevo Latir. Ejercicios de lectura, escritura, compartires. La escritura fue la catarsis, provocó cambio.
Biblioghetto les fue cambiando la vida a esos jóvenes encerrados en ese infierno de analfabetismo, violencia, olvido, rabia, venganza, dolores de ausencias que los llevan a la cárcel, hospitales o cementerios.
Ya la recopilación de sus testimonios en el libro Jóvenes Narrando Territorio nos comparte sus vivencias. Pero el stand me deslumbró.
Me encontré con Gustavo Andrés Gutiérrez, ese periodista y escritor que fundó Biblioghetto, que actualmente tiene la sede en el Barrio Petecuy, ya convertido en un maravilloso Centro Cultural y Artesanal donde producen diseños, libretas, camisetas, con diseños llamativos y estupenda calidad. Todo elaborado por los jóvenes de estos barrios que decidieron cambiar las balas por libros, entregados al mundo de la creatividad.
Casi se me salen las lágrimas. No podía creerlo. El poder de la lectura y la escritura para cambiar vidas. Testimonios reales, sin adornos ni maquillajes. Realidad pura de lo que Sí se logra. La ESCRITURA, así en mayúsculas, como herramienta poderosa para desactivar la violencia y la frustración y convertirla en proyectos de vida y creatividad.
Chapeau para Gustavo y Zeidy Riveros por regalarle a Cali ese stand diverso, esas ofertas tan bellas llenas de mensajes.
También me encontré con Juan Rulfo y sus tres libros en un solo volumen. Pedro Páramo, El Llano en Llamas y El Gallo de Oro. No escribió más y se considera uno de los más importantes escritores del mundo contemporáneo.
Y este viernes 22 de noviembre, la inauguración en la Casa Obeso-Mejía de la librería María, del Fondo de Cultura Económica, un nuevo tesoro para esta ciudad.