El final del año se hizo inminente, y aunque existirán algunos en Colombia que quieran que el 2023 no se acabe, creo que un número importante de ellos, como Jaime, quieren que el año culmine ya. Para él fue un año lleno de incertidumbre, donde su negocio se vino a pique, tuvo que recortar personal, lo cual nunca es fácil, se debe mirar a un ser humano a los ojos para decirle que después de una fecha determinada no regresa. Adicionalmente, Jaime sabe que no será fácil conseguir trabajo, lo que implica que esa familia en el mejor de los casos, verá sus ingresos disminuidos, y en el peor, se acabaron. En cualquiera de los dos casos, esa familia no la va a pasar bien.
Esa decisión nunca es menor, pero de no tomarla, lo que se pone en riesgo, es el trabajo de las otras diez personas que trabajan en su empresa. No es sencillo de entender, pero si no se disminuye la nómina cuando los ingresos se bajan de manera dramática, la empresa empieza a perder dinero y después de un tiempo se comienza a poner en riesgo, es la existencia futura de la empresa. Lo cual no deja a una o dos personas como en el caso de Jaime en riesgo, sino a todos los empleados de la misma.
La preocupación de Jaime no ha disminuido, a pesar de haber tenido que despedir a un par de personas, las ventas no corrigen todavía su rumbo. El país sigue inmerso en una incertidumbre muy grande. En el congreso cursan unas reformas sociales que tienen a muchos con los pelos de punta. Una reforma a la salud que amenaza el sistema de salud, una pensional que parece que puede poner en riesgo el mercado de capitales y los fondos privados. Aunque esto parece ser suficiente para dejar a todos nervioso, la situación no para ahí:
Cursa en el congreso una reforma laboral que dicen los gremios dejaría cesante a más de 450.000 personas. Para rematar las centrales obreras están solicitando un incremento en el salario mínimo del 18%. Los empresarios sugieren el 12%. Lo grave es que puede ser que el gobierno busque un punto de encuentro para esta alza y defina un 14%. Cifra que causaría presión inflacionaria y a empresarios como Jaime, lo pondría en calzas prietas para poder pagar la nómina, pues no siempre se logra subir precios a los productos que se venden y así asumir los nuevos costos.
La venta de vivienda y la construcción se ha contraído a la mitad, gracias a que cambiaron las políticas con las cuales se venía promoviendo la misma desde el estado, golpe duro a uno de los renglones más importantes para impulsar la economía. La inseguridad urbana y rural está disparada, la gente sale al comercio a comprar con miedo, mucha está comprando por internet. Producir en el campo es un riesgo, no solo es un desafío comercial poder colocar tu producto en el mercado, es inseguro para la integridad física poder producir en territorios donde sus habitantes se sienten solo y desprotegidos.
Después de lo descrito es normal que Jaime quiera que se acabe el 2023, sin embargo, quisiera poder decirles que con se acabe el año los problemas finalizan con él, lo cual todos sabemos no es cierto. Lo que espera Jaime creo yo, es que el 2024, traiga consigo un viraje en la manera como están abordando los problemas estructurales que afronta nuestra economía y se corrija el rumbo, no por el bien de las empresas, sino por el bienestar y tranquilidad de sus colaboradores.