Hay causas humanas que no tienen como ser justificadas, tal vez sí explicadas, pero nunca defendidas. Y casi siempre, por desgracia, se dan en contextos de una enorme devastación, destrucción y violencia que tocan por igual con vidas humanas o el cuidado de la naturaleza. Por esto, hay quienes han defendido, incluso aplaudido, el genocidio del pueblo Judío en tiempos del nazismo (y ahora el del pueblo Palestino), las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón, los exterminios en Camboya y los Balcanes, la existencia de pobreza y riqueza extremas, la deforestación, la estigmatización racial, religiosa o de género, invasiones militares, ‘buenos’ contra ‘malos’… en fin.
En pocos días, en Colombia hemos tenido que lidiar con dos asuntos que ponen en discusión esto de defender lo indefendible. No son los únicos casos, no son los primeros y, por supuesto, tampoco serán los últimos.
El primero de estos, es la barbarie perpetrada por el ELN en el Catatumbo contra comunidades y personas desarmadas, incluyendo firmantes del Acuerdo de Paz de 2016, que han pagado con sus vidas y en otros casos su éxodo, este injustificable extravío de una guerrilla que se preciaba de estar fundada sobre valores cristianos y un profundo humanismo. Todos hemos visto la dificultad que le está costando a la dirigencia del ELN y algunos de sus simpatizantes, dar cuenta de esta atrocidad, porque independientemente de todos los argumentos que han expuesto, el asunto es que asesinar personas civiles desarmadas no es ni heroico, ni revolucionario, ni transformador. Y aun en las guerras existen límites.
Hay ya un antes y un después para el ELN luego de lo ocurrido en el Catatumbo, solo posible de superar por una profunda rectificación, que coloque a esa guerrilla en un camino inequívoco de paz, con transformaciones profundas, en lo cual podemos estar de acuerdo y apoyar firmemente.
El otro caso es el nombramiento de Armando Benedetti como jefe de Gabinete en la administración de Gustavo Petro, el gobierno del cambio. Muy temprano, cuando apenas era tan solo un rumor, muchos ciudadanos resentimos la inconveniencia de ese posible nombramiento. Y quién dijo miedo… Si los comentarios venían de afuera se trataba de ‘riquitos, blanquitos y nazis’ conspirando contra el cambio; y ahora que ese nombramiento se consumó, contra viento y marea (nadie entiende por qué), dando paso a la implosión del propio gobierno, las críticas, incluso las que provienen de los más cercanos a Petro, pasan por ser etiquetadas como de ‘sectarios y traidores’ para quienes las han hecho.
Ya he comentado mi cercanía a muchos petristas e integrantes del Pacto Histórico, y de personas que sin militar en lo uno o lo otro, votaron (me incluyo) y creyeron en un proyecto real de cambio para Colombia. Esta vez si será, dijimos con esperanza muchos…
Todos merecemos una segunda y hasta tercera oportunidad, como defiende el presidente el nombramiento de Benedetti, como su segundo de abordo.
Pero cuando varios petristas me argumentan que ese tipo de alianzas y cercanías non-sanctas fueron necesarias para ganar y lo siguen siendo ahora estando ya en el poder, y que igual siempre lo han hecho gobiernos anteriores, entonces no queda más que convenir en que la promesa de un cambio, incluida la manera de hacer política, fue un absoluto fraude.
¡Qué frustración… No es posible, nunca jamás, defender lo indefendible!