Inicié la semana decidido a no escribir del Gobierno ni del Presidente. A él le encanta que la discusión gire en torno a sus pronunciamientos razón por la que me propuse escribir de otro tema. Pero, cuando creía haberlo oído todo de Gustavo Petro, sorprendió al país con unos señalamientos aún más delirantes que los anteriores, y que debido a su falsedad y gravedad no deben ser considerados como unos más de su asidua verborrea.
En días pasados afirmó, entre otras, que el ‘golpe blando’ que la oligarquía gesta en su contra incluye la violación de la Constitución de parte del Consejo Nacional Electoral, el movimiento de dinero en la Comisión de Acusaciones de la Cámara para incriminarlo, que el Presidente del Congreso es quien lidera la conspiración pues aspira a sustituirlo en el cargo, y que está dada la orden para asesinarlo o tumbarlo en los próximos meses.
El Consejo de Estado y la Corte Constitucional han reiterado que el Consejo Electoral es competente para investigar en lo administrativo la violación de topes en las campañas, y el Congreso para investigar y separar del cargo al Presidente. Es decir, la entidad no ha hecho nada distinto a cumplir con su deber. Lo que tiene desquiciado a Petro es que la Sala Plena está ad-portas de decidir si se violó la ley, como lo establecería la ponencia.
Lo que nos lleva a la denuncia de los ‘dineros oscuros’ en la Comisión de Acusaciones. Extraño señalamiento pues esta tiene engavetadas las denuncias contra el Presidente, el Gobierno contaría con mayoría en la Cámara para hundirlas, y se agotan los términos. No obstante, Petro arroja un manto de duda sin aportar pruebas, mientras, para ganar tiempo, pide al Consejo Nacional Electoral, con artimañas, postergar su decisión.
La tercera denuncia es quizá la más grave. Indica que el golpe de Estado contempla que el Presidente del Congreso busca sustituirlo en el cargo. Una acusación calumniosa y temeraria, pues de ser removido -lo que no ocurrirá- no le correspondería al presidente del Senado reemplazarlo. Lo que evidencia no solo su desconocimiento intencional o no del orden constitucional, sino, de lo que es capaz este sujeto para desfigurar la realidad.
Finalmente dijo que existía una orden para asesinarlo o tumbarlo en los próximos tres meses. Dado que no es la primera vez que se inventa un atentado y victimizarse es parte de su estrategia, confiemos no sea cierto; que sea producto de su paranoia o de su táctica para avivar la solidaridad de la secta que aún lo sigue. No debe descartarse, sin embargo, que en un acto de desespero y sesiones de tinto, fantasee con un atentado fallido en su contra.
Dura aseveración, pero de Petro cualquier cosa se puede esperar, pues para él todas las formas de lucha son válidas, desde empuñar un arma hasta inventarse que el Presidente del Congreso lidera el ‘golpe blando’ pues quiere su puesto. No demora en decir, como Maduro, que detrás del plan para derrocarlo están los gringos o Elon Musk. Es enfermo de egolatría y no le importa violar la ley y mentir para satisfacer su vanidad.
Petro es consciente de lo desastroso de su gobierno y le avizora un legado sombrío que no encaja con su complejo mesiánico. Por eso busca pasar a la historia a como dé lugar: como el presidente al que la oligarquía le impidió realizar los cambios que el pueblo reclama, al que le dieron o intentaron dar un golpe de Estado, o al que quisieron eliminar. Ser un Salvador Allende, para que al igual que el líder socialista chileno, no lo recuerden como un pésimo gobernante sino, como la víctima de una clase dominante que truncó el sueño de los colombianos.