Durante más de 200 años de vida republicana, Colombia ha tratado de consolidar y perfeccionar su democracia. Si bien nuestro país ha vivido muchos tipos de violencia, también es cierto que el respeto de sus instituciones y la capacidad de realizar procesos de cambio mediante la vía democrática es una característica que incluso muchos países nos reconocen. La constituyente de 1991 y en general las elecciones populares son una prueba contundente de este valor democrático de la sociedad colombiana.
Últimamente nos hemos acostumbrado a escuchar criticas constantes sobre nuestra democracia. La vicepresidenta Francia Márquez, incluso, se ha atrevido a afirmar que países con regímenes dictatoriales como Cuba o Venezuela gozan de un sistema más democrático que el nuestro. El presidente Petro igualmente en múltiples escenarios cuestiona nuestro sistema de gobierno y también se ha atrevido a afirmar que no es una democracia.
Estas declaraciones me sorprenden por dos razones: la primera radica en el hecho que si alguien debe defender la democracia en el país es el Presidente de la República, y ¿cómo defender algo sobre lo cual Petro de entrada desconoce su existencia? Segundo, ante el hecho de que Petro y su vicepresidenta fueron oposición al gobierno Duque y posteriormente elegidos en una elección popular ¿cómo se puede entender que hoy sean gobierno si no es por la existencia de la democracia?
Esta no es la única transición de poder que puede demostrar la existencia de democracia en Colombia. Si nos remontamos a los últimos años, se pueden identificar varios cambios de gobierno donde la oposición del momento ha ganado las elecciones. Duque, quien ganó las elecciones del 2018, era la oposición del gobierno de Santos. Andrés Pastrana ganó en 1998 siendo oposición al gobierno de Samper. Estos dos casos, así como la elección de Petro son ejemplos recientes de la capacidad y fortaleza de la democracia colombiana.
Otro indicador importante es cómo muchos de los alcaldes elegidos en las principales ciudades del país son de partidos políticos de oposición al gobierno central. Esto normalmente no ocurre en las dictaduras. Siendo Duque presidente, en Bogotá, Medellín y Cali ganaron gobiernos de marcada oposición. Igualmente fue el caso de las elecciones regionales del 2015.
Petro y Francia deben proteger uno de los valores más preciados de nuestra sociedad, la democracia. Para esto deben abandonar sus discursos de oposición que en el pasado les dieron réditos políticos. Ahora son gobierno y deben pensar en el futuro como sociedad y no limitarse a seguir construyendo su discurso incendiario.
No les podemos seguir permitiendo que realicen declaraciones falsas y tendenciosas que minan las bases de nuestra sociedad. Solo en una democracia se le permite a una persona que se alzó en armas, que la sociedad perdonó y que hizo oposición política, ganar las elecciones y gobernar en una transición pacífica. Esto debería ser motivo suficiente para reconocer y defender la democracia.
No se trata de jactarse en sus discursos de ser un demócrata, pero en cualquier oportunidad que tiene difama sobre la democracia. Otra cosa es que estén haciendo las cosas mal y vean que tanto en el Congreso como en las próximas elecciones populares se desborona su liderazgo. Vivir en un país en democracia es un privilegio. A veces perdemos de vista que la mayoría de las personas en el mundo viven bajo el yugo de poderes autoritarios. Cuidemos y protejamos este privilegio y no dejemos que los intereses populistas de unos pocos nos lo acaben.