Usualmente, se escribe más acerca de los aciertos que sobre las equivocaciones. Así lo hacen los que relatan la historia, de la cual se dice que quienes la han dejado fueron los que obtuvieron la victoria. También con frecuencia, en los análisis políticos o en los análisis generales, se habla sobre los aciertos y los errores de los gobernantes, y en temas económicos se evalúa la pertinencia o no de las decisiones.
Aunque espero que hoy la Selección Colombia -que juega después de haber escrito esta columna- tenga solo aciertos contra Uruguay, quiero acercarme más a abordar lo difícil que es acertar y lo fácil que es equivocarse.
Nos equivocamos a diario y lo hacemos en la mayoría de los casos de buena fe y tratando de que las cosas salgan bien. Esto aplica para nuestra vida personal, laboral e incluso familiar.
Equivocarse usualmente permite construir un aprendizaje. De los errores se aprende y es parte de la construcción de la personalidad, de la madurez de la persona, como también ayuda a forjar al profesional. Sin embargo, la gran dificultad que trae consigo equivocarse o tomar una mala decisión es que en ocasiones se generan daños muy grandes, o dolorosos, que son muy difíciles, por no decir imposibles de enmendar.
No nos vamos muy lejos, pero un comentario imprudente, destemplado e injusto sobre alguien puede doler y por más que se arrepienta el vocero e intente arreglar el problema causado, no es fácil, aun si el injuriado quiere pasar la página.
Sucede igual con los malos hábitos que se vuelven cotidianos, en la casa o en el trabajo. Cambiarlos cuesta mucho y de no hacerse a tiempo puede que ya no haya reversa. El no pararles bolas a los hijos o a la esposa por estar ocupado, por estar en el celular. El que tiene malos traigos y no hace nada. El que hace demasiado ejercicio y descuida otras cosas. El dejar todo para último momento o el recostarse en los compañeros para que le resuelvan las cosas.
Todos, nos guste aceptarlo o no, cometemos errores a diario. Ojalá que la mayoría de ellos no sean muy grandes o costosos, en lo personal o en lo familiar, pero lo cierto es que a veces nos equivocamos con toda.
Lo ideal es que acertemos más de lo que nos equivocamos y que las embarradas cometidas permitan pasar la página, aprender y avanzar constructivamente.
Aprovecho este espacio para ofrecer disculpas -que también es parte del aprendizaje para mejorar, especialmente en lo profesional- si en la contienda política, que ha sido tan polarizada, he ofendido a alguien. También sé que últimamente he estado demasiado atareado y no abro los espacios para atender a todo el mundo como es debido; pondré mi empeño para corregir esto.
Sobre mi vida personal puedo decir que, como todos, aún tengo muchas cosas por mejorar. Siempre eso será un reto y espero poder combatir uno que otro mal hábito que tengo.
Hablar sobre los aciertos y más en lo personal siempre será más fácil; afrontar las consecuencias de las decisiones es más duro, sobre todo cuando han sido malas, pero es ahí donde se forjan las personas y se abre una oportunidad para mostrar de qué se está hecho.
Nos toca seguir el camino, sin volvernos muy orgullosos de nuestros aciertos y cada vez más conscientes de nuestros yerros.