La buena noticia es que el desequilibrio externo de país sigue disminuyendo. La mala es que el ajuste se ha logrado por una gran caída de las importaciones. La fea es que las exportaciones también han disminuido, y la regular es que las remesas siguen aumentando.
La reducción del desequilibrio externo es impresionante. En 2022, el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, es decir, el neto de todos los bienes y servicios que compramos y vendemos en el exterior, llegó a un saldo negativo de US$ 21.367 millones; un máximo histórico equivalente a -6,2% del PIB. Un año más tarde, en 2023, este saldo negativo se había reducido a menos de la mitad: US$ 9.715 millones, o -2,7% del PIB. En el primer trimestre de este año continuó la reducción y el déficit fue de solo -1,9% del PIB.
Pocas veces se observa un ajuste tan rápido en las cuentas externas de un país: en Colombia solo se registró un ajuste similar en la gran recesión de finales del siglo pasado, cuando la cuenta corriente de la balanza de pagos pasó de un déficit de -4,2% del PIB en 1998 a un superávit de 0,7% del PIB en 1999.
La mala noticia es que, como en 1999, esta mejoría la indujo la recesión económica, pues con la menor producción nacional se disminuyen las importaciones de insumos y de bienes de capital; también caen las compras en el exterior de bienes de consumo por la menor capacidad de compra de los hogares.
En efecto, según el Dane, el año pasado las importaciones totales se redujeron un 18,9%, siendo más fuerte la caída de las materias primas (-21,2%), lo mismo que la de bienes de capital y materiales de construcción (-22,5%). Este año ha continuado la tendencia con una disminución del 10% en el total.
Lo grave es que las exportaciones no repuntan sino que continúan cayendo. El año pasado el valor de los bienes exportados bajó 12,9%, y si bien en parte se explica por los menores precios del petróleo, el carbón, también cayeron las exportaciones agrícolas y las de la industria manufacturera. Este año, hasta mayo, continuaron cayendo las exportaciones de combustibles (-8,7%), pero se han recuperado un poco las agrícolas (7,9%), y se han mantenido igual las industriales.
Es muy preocupante que esta tendencia de las ventas al exterior se dé en una coyuntura de tasa de cambio muy competitiva por la devaluación, aunque esto se explique en parte no por la baja competitividad de los productos colombianos sino por el poco dinamismo del comercio mundial, todavía afectado por guerras, problemas logísticos y el bajo crecimiento de la economía mundial.
El comportamiento de las remesas que envían los colombianos del exterior tiene dos caras. La positiva es que siguen creciendo hasta convertirse en la segunda fuente de ingresos externos después del petróleo: el año pasado llegaron al récord histórico de US$ 10.091 millones, y este año van creciendo un 13% adicional,
La negativa es que las remesas son el producto de la exportación de trabajadores, es decir, de los millones de colombianos que han tenido que emigrar para ganarse la vida en otras latitudes. Los dineros que envían son una gran ayuda, tanto para sus familias como para reducir el desequilibrio externo, pero producirían más riqueza si tuvieran oportunidades de trabajo en su país.